Aquí, en Lituania, el baloncesto es una religión. Es una pasión que se remonta a antes de la II Guerra Mundial, que se prolongó durante la época soviética y que se acrecentó con la independencia del país en 1990. Surgieron referentes como Sabonis o Marciulionis y las calles se llenaron de canchas de baloncesto. Desde entonces, su selección es una habitual en los Juegos Olímpicos y, sin duda, es el deporte rey de una nación que no llega a los tres millones de habitantes. Ayer, el Hereda San Pablo aterrizó en Vilna, su capital, para enfrentarse hoy (18.30 horas) al Rytas Vilnius, un campeón venido a menos que busca recuperar la gloria perdida.
A pesar del palmarés del equipo local, el conjunto burgalés es favorito allá por donde va en Europa. Es difícil no serlo después de haber ganado las últimas dos ediciones de la Basketball Champions League. Sin embargo, esa condición no le garantiza nada. El Besiktas estuvo a punto de darle un susto en la jornada inaugural y hoy visita la cancha de un equipo que llega herido en el orgullo no solo por la derrota del primer partido ante el Oldenburg alemán, sino porque el curso pasado no fue capaz de pasar de la primera fase del torneo. Una realidad muy dura para el cuadro lituano, que en lo que va de siglo XXI ha ganado dos veces la Eurocup y participado en varias ocasiones en la Euroliga.
(Reportaje completo de los enviados especiales de DB -cuatro páginas con toda la actualidad y numerosas fotografías-, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)