Un viaje a través del tiempo a lomos del burro más humano

I.M.L. / Peñalba de Castro
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Carlos Hipólito se hizo con el teatro romano de Clunia y con los espectadores que llenaron las gradas donde antes asistían a las citas culturales los antiguos clunienses con un relato con alma de pollino

Carlos Hipólito, en plena representación. - Foto: Patricia

El burro que ayer encarnó Carlos Hipólito en el teatro romano de Clunia se lamentaba en su diálogo con su sombra que no podía huir del incendio que se acercaba por estar atado a una estaca. Igual se quedaron los espectadores que llenaron las gradas del anfiteatro, en una nueva cita del Festival de Verano de este yacimiento romano, como amarrados a un trozo de madera que, en esta ocasión, era el espectáculo que se desarrolló sobre el escenario. Un paisaje cultural que ya se utilizaba hace más de dos milenios, provocando un viaje al pasado para sentir lo que sentían los clunienses que lo habitaron entonces. «Nos sentimos como César», confesaban Eduardo y Víctor, «y nosotras como Agripina», replicaban a coro Carmen y Nuria, antes de ocupar sus asientos.

Un viaje temporal al que contribuyó Carlos Hipólito dando voz y alma al montaje de Ay Teatro, en el que se encadenan escenas y fragmentos de fábulas de Esopo, Iriarte y Samaniego, El asno de oro de Apuleyo, Disputa del asno de fray Anselmo de Turmeda, Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, El sueño de una noche de verano de William Shakespeare y Platero y yo de Juan Ramón Jiménez, por citar algunos clásicos que ayudaron a ese ir y venir por los hitos literarios a lo largo de los siglos que han tenido al burro como protagonista.

Con el atardecer agotando sus últimas luces, los asistentes aprovecharon para dar cuenta de una cena a base de bocadillos, repartidos por el páramo o en el banco que recorre la parte más alta del graderío, «para evitar que luego lleguen los mosquitos e insectos cuando estemos ahí abajo» aclara uno de los espectadores. 

Y, antes de bajar, recogen los cojines que la Diputación de Burgos ofrece para hacer más cómodo el disfrute del espectáculo. Cuando los rezagados están ya en sus asientos, es el momento de que el juego de luces del escenario rompa la negrura de la noche, sumiendo a todos los presentes en un clima propicio para deleitarse con el teatro al aire libre, lejos de la contaminación lumínica y del ruido del tráfico. «Es un lujo poder disfrutar de esto aquí», califican casi a coro Diana y Cristina, aunque la primera ya era 'repetidora' en este lugar como espectadora y la segunda acudía por primera vez. «Lo hemos intentado otros años pero no hemos llegado a tiempo a coger entradas», confiesa la complicación para hacerse con alguna.

Con chaqueta, algunos hasta mantita para las piernas, el disfrute con el espectáculo se hizo corto. Menos mal que hoy aún queda una última cita con este Festival de Verano. Y, quien no tenga entradas, siempre puede repetir el año que viene con una nueva oferta de dramas, comedias, espectáculos musicales y todo en un teatro romano.