«Ya no me arriesgo más», decía ayer un abatido Ovidio Campo, presidente de la Fundación Amigos de San Antón, al anunciar que a partir de mañana día 1 se cierran las ruinas del emblemático convento y hospital de peregrinos, ubicado en la carretera de Castrojeriz a Hontanas. Esa decisión implica que a partir de ese momento dejará de estar operativo el albergue que se reabrió en julio de 2002 después de 200 años de «olvido y expolio», como recuerda Campo.
Los continuos desprendimientos de piedra que se vienen sucediendo en las ruinas de San Antón, sobre todo desde que hace dos años y medio cayó una sobre el autobús escolar que hace la ruta de la zona y que pasa a diario por debajo del arco -cuyo juicio se celebró la semana pasada al denunciar la empresa a la Fundación-, y la falta de ayudas de las administraciones para la consolidación del histórico monumento, ponen en riesgo la seguridad de los visitantes, de los peregrinos y de los propios escolares, «una situación insostenible que yo, como presidente de la Fundación no puedo asumir», asegura Ovidio, que echa en cara a la Diputación Provincial y a la Junta que no hayan tomado medidas ni colaboren económicamente para consolidar esas ruinas.
La Fundación, explica su presidente, «es una organización sin ánimo de lucro y sin medios. Solamente dispone de los ingresos de los donativos que libremente dejan los peregrinos y visitantes, que a duras penas alcanza para mantener el albergue», asegura Campo, que recuerda, por otra parte, que San Antón no tiene agua y que solo dispone de un depósito de 10.000 litros que llena periódicamente el Ayuntamiento de Castrojeriz, «la única institución que colabora con la Fundación para mantener abiertas las ruinas», reconoce el presidente.
Campo recrimina a las instituciones provincial y regional su falta de interés por este histórico inmueble, uno de los emblemas del Camino de Santiago francés. Y si bien, recuerda que en 2007, la Junta invirtió en torno a 300.000 euros en el mismo, desde entonces no se ha llevado a cabo ninguna actuación de consolidación en las ruinas, «algo que debería hacerse cada tres o cuatro años para evitar riesgos de caídas de las piedras, como está sucediendo de forma habitual», insiste.
Campo explica que en los últimos años se han reunido con los sucesivos directores generales de Patrimonio de la Junta para exponer su preocupación y los proyectos que tiene en marcha la Fundación, y que, incluso, en el último año ha solicitado varias entrevistas con el vicepresidente García Gallardo, sin respuesta por su parte.
Igualmente, se mantuvieron contactos en la anterior legislatura con Lorenzo Rodríguez, entonces vicepresidente de la Diputación, entidad titular de la carretera, tras caer la piedra sobre el autobús escolar, y más recientemente con el presidente Borja Suárez. «todos son buenas palabras, pero no hacen nada», añade, recordando que ni se han puesto reductores de velocidad en dicha vía, ni señales inteligentes, como se comprometieron.
En este sentido, vuelve a pedir a la Diputación que desvíe la carretera para que ni el autobús escolar, ni coches ni camiones sigan pasando bajo el arco del siglo XIV, «con el consiguiente peligro para viajeros, peregrinos y para la degradación del monumento», añade el presidente de Amigos de San Antón, que va más allá y exige, incluso, que se cierra de forma inmediata la carretera hasta que ese desvío esté operativo. Campo, en todo caso, no se rinde y pide a ambas administraciones que apoyen a San Antón, «que configura la identidad del Camino de Santiago, con obras de consolidación.
35.000 peregrinos al año. El albergue de San Antón no ha cerrado este año sus puertas, y tras la marcha en marzo del checo Peter Kriz, que se mantuvo durante el invierno y se encargó de recibir y hospedar a los peregrinos, tomaron el relevo los hospitaleros habituales. Hoy se despiden y mañana cuando los romeros quieran entrar se encontrarán con carteles en los que se informa que el albergue se ha cerrado por desprendimientos. Ayer mismo encargaba esos carteles informativo Ovidio Campo, explica él mismo, que recuerda que San Antón es uno de los pocos albergue que mantienen la esencia de la Acogida Tradicional Jacobea, declarada por el Ministerio de Cultura patrimonio de la Humanidad.
Según sus datos, cada año pasan a visitar las ruinas más de 35.000 personas y se acoge a más de 1.000 peregrinos (solo dispone de 12 camas), a los que se ofrece cama, cena y desayuno, sin coste alguno para estos.
Este último año, que ha permanecido abierto los 365 días, han pernoctado cerca de 1.500 peregrinos. En lo que va de este 2024, no han dejado de hospedarse los romeros camino de Santiago y Ovidio reconoce que está siendo un año con muchísimos peregrinos, pero insiste en que mientras no se consoliden las ruinas, la Fundación no puede mantener abiertas las ruinas ante los desprendimientos que se suceden a diario y que podrían matar a alguien, «cada vez más frecuentes», añade, aludiendo a las condiciones climatológicas adversas, con lluvias, viento y heladas que van afectando a las ya deterioradas paredes de piedra.