Tomás Bueno cambió el sector industrial por la viticultura en 2013. Iba a ser padre y como viajaba demasiado por trabajo, decidió junto a su pareja, Marta Llorente, que había llegado el momento de dar un giro de 180 grados a su carrera. «¿Y si nos quedamos con las viñas?», se plantearon entonces. Dicho y hecho. Además, conocía las parcelas desde que era un niño, cuando acompañaba a su padre en las labores del campo. Ahora, entre los viñedos de la familia y los que han comprado con el paso del tiempo se han juntado con una explotación profesional que ronda las 23 hectáreas, distribuidas por Zazuar, Aranda de Duero y Guma. «Hemos crecido muchísimo», admite Bueno satisfecho, porque esa progresión coincide con el prestigio ascendente de la DO Ribera del Duero y porque tampoco se ha ceñido exclusivamente a las viñas.
Y es que Marta, que se encarga de toda la parte administrativa, gestiona su propia granja porcina desde hace seis años, también en Zazuar, la localidad ribereña que les ha visto crecer y donde residen durante todo el año. En su caso, el cambio fue «brutal». Había estudiado Finanzas en Madrid y nadie de su familia se dedicaba a la ganadería, pero a ella le encajó. En una de sus visitas a Asaja encontró información sobre este tipo de explotaciones, leyó, investigó, hizo números y ahí está, cuidando de unos 1.900 animales. Lejos queda el agobio del principio y aquella primera ceba que Llorente recuerda como «complicada, porque todo era nuevo». Hoy, a base de práctica, dice que sería capaz de moverse con los ojos cerrados.
Pues bien, Bueno y Llorente se encuentran volcados en sus proyectos, los disfrutan y colaboran entre ellos cuando hace falta. Son, al mismo tiempo, un buen ejemplo de la convivencia entre viñedo y porcino, tan discutida últimamente en la Ribera del Duero. De hecho, no esconden su inquietud por esta pugna que califican como «un sinsentido total y absoluto», en palabras de Marta. Tras recordar que en los pueblos «toda la vida» ha habido viñas y ganado para autoconsumo, ella remarca que un sector y el otro han crecido en las últimas décadas y se han profesionalizado, con más bodegas y más granjas, respectivamente. «Cuando se creó la denominación de origen (1982) no había ni una cuarta parte de las bodegas que hay ahora», afirma Llorente. A su juicio, igual que «se ha mejorado la higiene en las bodegas», en el porcino también han implementado avances «en bienestar animal, alimentación, con piensos con formulaciones nuevas que hacen que los animales emitan menos contaminación, o mejoras en las fosas de los purines para que haya menos emisiones y olores».
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