Se agotan los adjetivos para definir el eterno romance que vive La M.O.D.A. con la gente de su tierra. Eso ya es para siempre. El septeto burgalés volvió a romper las costuras de Santa Teresa. Imposible ver el final del mar de cabezas que se extendía desde el escenario hacia el Museo de la Evolución. Bastó que asomaran sus torsos abanderado para que ese mar rugiera. El píntalo todo de negro presagiaba otra noche apoteósica. El oráculo, una vez más, acertó. Las voces sonaban afinadas y las pantallas de los móviles brillaban en medio de la multitud. Los árboles no dejaban ver las agujas de la Catedral, pero sí los himnos de domingo, huérfanos de rebelión, héroes de cualquier generación. El 'Buenas noches, Burgossss' en la áspera voz de David Ruiz, el cantante, hizo que la muchedumbre rugiera de nuevo. «¡Es increíble poder estar aquí!», lanzó con la mirada hacia su izquierda para dirigir sus primeras palabras a la que ayer tornó en la octava componente de la banda. Porque allí, subida en una plataforma, iluminada por un foco, sonreía, bailaba y cantaba Conchita García, que interpretó todo el espectáculo, de principio a fin, en lengua de signos. El concierto de anoche de La Maravillosa Orquesta del Alcohol hizo historia. Se convirtió en el primero accesible para personas sordas de los Sampedros, con la participación de Aransbur y MQD. La estampa de toda la plaza aplaudiendo con las manos arriba, como se hace en esa lengua, inicia un camino imparable.
Y todo por el empeño de un fan del septeto burgalés, Javier Martínez Vivar, que tocó a las puertas de Aransbur porque quería ver a La M.O.D.A. en directo sin perderse ni un detalle. Le dijeron que escribiera a Festejos. Lo hizo y en menos de una semana se puso todo en marcha. Lleva un implante coclear y a través de un lazo de inducción, un artefacto que aísla el ruido y las estridencias y hacer que el sonido llegue limpio y directo desde la mesa de sonido de los músicos, vibró como nunca lo había hecho. «Ojalá esto sirva para que se hagan más conciertos accesibles», decía con su pañuelo de Blusas de San Esteban al cuello y dispuesto a bailarse todo. Catedrales y Campo amarillo, que sonarían, sus favoritas.
Se las cantaba y bailaba todas. Nómadas, Una canción para no decir te quiero, La inmensidad... Como los cientos y cientos de fieles de los burgaleses que se apiñaban en torno a los chicos de La M.O.D.A., que, como siempre, lo dieron todo. Sin palabras se quedaron. «Esto es increíble», «Esto es una pasada, Burgos». Y es que eso era increíble y era una pasada (...).
(Reportaje completo del concierto, en la edición impresa de Diario de Burgos de este martes o aquí)