El foro de los nostálgicos de la mili en Castrillo del Val

G. ARCE / Burgos
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Se cumplen 14 años de la creación del grupo de Facebook que impulsó el soldado José David Ávila para intentar localizar a sus colegas de reemplazo. Hoy son más de 2.270 nostálgicos desfilando online y cientos de fotos de la mili en Burgos

Un grupo de soldados lanza sus gorras al aire tras finalizar su periodo de instrucción en Castrillo del Val. - Foto: Luis López Araico

Burgos fue, para varias generaciones de españoles, su destino del servicio militar obligatorio. La mayoría habitó durante los meses de instrucción la base de Castrillo del Val (hoy del Cid Campeador), uno de los acuartelamientos más grandes de la entonces Región Pirenáica Occidental (y de toda España), que reunió durante el último tercio del siglo XXhasta la suspensión de la mili en 2001 a reemplazos y reemplazos de muchachos que vivieron una experiencia en caqui inolvidable y, para muchos, trascendente para el resto de sus vidas.

Uno de aquellos miles y miles jóvenes fue José David Ávila, integrante del segundo reemplazo del año 97, que acabó de uniforme en la Plana Mayor de Zapadores del Regimiento de Ingenieros Número Uno (RING-1). Madrileño y especialista en Informática, la suerte le tocó en Burgos tras esquivar «África» (Ceuta o Melilla) vencer los sucesivos aplazamientos que solicitó por sus estudios.

Su historia, relatada a través de una larga conversación escrita a través de Messenger, es muy hermosa y tiene mucho de heroica, pues David lucha contra la esclerosis múltiple desde hace 17 años y se mantiene firme en su empeño que empezó poco después. 

Hace 14 años decidió crear un grupo en Facebook con un nombre de lo más castrense, sin poesía alguna que valga: 'Castrillo del Val (Burgos). Mili, todos los reemplazos'. La idea surgió de un descuido:«Perdí los contactos de los compañeros de la mili, que los había apuntado en una hoja de papel. La única forma de recuperarlos que se me ocurrió fue crear este grupo y armarme de paciencia... Ya lo creo...».

Hoy son más de 2.430 'reclutas' los que han subido sus fotos y sus recuerdos a este grupo, entre los que están Troncoso, el que fue su instructor, y Silva y José Arturo, «que ya son amigos para toda la vida». Imágenes en grupo, subidos al camión, de maniobras en el campo, de juerga en la camareta, haciendo la instrucción, con algunas copas de más, abrazados a un compañero... Quien ha vivido esta experiencia se siente reconocido en todo lo que ve.

El grupo de Castrillo celebró el pasado marzo los 2.000 miembros y ya va camino hacia los 3.000. «He creado un punto de encuentro para las personas que hicimos la mili allí, que tuvimos una serie de vivencias muy buenas y otras no tan buenas. Me he dado cuenta de que la gente cuelga sus recuerdos con la esperanza de obtener aún más recuerdos. A todos nos une el compartir esa experiencia y amistades imposibles de olvidar. El sufrimiento y la diversión une».

José David fue un recluta con un alto valor añadido, un chollo para las Fuerzas Armadas por su compromiso. «Castrillo supuso salir a los veintitantos de mi zona de confort, del calor del nido, de casa y plantarte en un cuartel militar, junto con un puñado de extraños, cada uno de su padre y de su madre y cada cual con habilidades diferentes».

Entre los reclutas, recuerda, había algunos que no sabían ni leer ni escribir, «aunque todos estábamos allí por la misma obligación». «Conocí a un compañero que hacía albarcas y al que fueron a buscarle a la montaña donde vivía para hacer la mili. A otro que vino de Canarias que se pasaba todas las noches gritando que se quería marchar, y, al final, se fue».

En Castrillo se empezaron muchos a ganarse la vida y a aprovechar el tiempo. Nuestro protagonista se sacó todos los carnés de conducir posibles, migró el sistema informático de las oficinas del RING-1 del Windows 3.11 en grupo al Windows 95. 

«Actualicé nuevos formatos para todas las titulaciones de todas las condecoraciones, corté el pelo a los compañeros. Conseguí cosas, de todo, por amistad con los compañeros...».

Su peor recuerdo, como el de la gran mayoría, fue la primera noche de frío (de la Demanda), soledad y hambre. Lo mejor ocupa mucho más espacio: «Salir al patio por la mañana temprano, intentando torpemente formar y cubrirnos, con la cara de sueño, la ropa mal puesta y algún que otro pedo mañanero que no sabías de dónde venía...».

También recuerda entre risas los «líos» al desfilar, los gritos desencajados del sargento Martín cuando se perdían las formaciones al pasar de binomios de dos a cuatro.

«Gente maravillosa». Los reclutas se llevaron muy buena impresión de Burgos y los burgaleses, quizá por coincidieron durante los permisos en los que los soldados iban a tope por las noches. 
«Allí encontré a mi amor platónico, Ana, a la que aún sigo recordando. Era un ángel que me hizo soñar despierto escribiéndole cartas desde el corazón».

Unos encuentran el amor y muchos otros aprendieron cosas buenas «como leer, escribir, conducir o trabajar». «Yo volvería a instaurar el servicio militar obligatorio, porque aprendes a respetar y convivir».