El 29 de febrero de 2004, a escasos días de la masacre del 11-M en Atocha, una patrulla de la Guardia Civil de Tráfico de Burgos interceptó en Sotopalacios un Toyota Corolla conducido por Jamal Ahmidan, 'El Chino', uno de los cabecillas del mayor atentado terrorista de la historia de España. Entregó un documento falso a nombre de Youssef Ben Salam que los agentes no pudieron corroborar porque el sistema informático se había caído. Le denunciaron por velocidad excesiva y por no tener los papeles del coche en regla. Nada más les llamó la atención porque la matrícula era española. La leyenda dice que uno de los efectivos observó que era de Tetuán. «Eso antes era España», le dijo. El yihadista respondió. «Y todo era Al-Ándalus». Justo detrás, viajaba un Volskwagen Golf repleto de dinamita.
Si ese episodio ocurrido en la N-623 hubiera acontecido hoy, es una certeza que se habría registrado el vehículo a conciencia, se habría detenido a 'El Chino' y probablemente se habría detectado al segundo coche. Es decir, se habría dado al traste con el mayor atentado islamista de nuestra historia. Desde el 11-M, el trabajo de las fuerzas policiales españolas en materia antiterrorista ha evitado innumerables planes de grupos radicales que amenazaban con acabar con la paz social. Algunas de estas redes estaban asentadas en Burgos.
Tres años y medio después del 11-M, la Guardia Civil desarticuló en Burgos capital una célula terrorista que apoyaba a grupos yihadistas a través de foros de internet y recababa fondos que enviaba a grupos terroristas, entre ellos, los condenados por el atentado en la embajada de Casablanca (Marruecos) en 2003. El líder del grupo, el argelino Abdelkader Ayachine, regentaba la carnicería musulmana 'Thiba' de la calle Jesús María Ordoño. Era el encargado de recaudar el 'zacat' (limosna). En su ordenador encontraron también vídeos pedófilos. Además, cayeron otras cinco personas, cuatro en la capital, y también en Briviesca y Vilviestre del Pinar. Según las investigaciones, desarrollaban reuniones clandestinas y tenían la misión de captar y adoctrinar a posibles 'muyahidines'.
El último suceso relacionado con el yihadismo tuvo lugar hace apenas unas semanas en Briviesca. La Policía Nacional detuvo a un joven de 19 años que residía con su hermana en el número 8 de la calle Reyes Católicos de la capital burebana. Aunque los investigadores llevaban tiempo investigándole, en los últimos meses sufrió «un fuerte proceso de radicalización». Manifestó abiertamente su intención de hacer la guerra santa en España o el extranjero, para la que incluso buscaba adeptos en redes sociales, y había iniciado una búsqueda de armas de fuego.