Azucarera aumentó un 30% la superficie cultivada con remolacha para nutrir a su planta de Miranda, después anunció una inversión de hasta 27 millones de euros para potenciar todavía más estas instalaciones y ahora, según describe el director agrícola de la fábrica, Pablo Gómez, volverá a ampliar el terreno sembrado. El responsable de este departamento explica que en 2023 se rondaron las 3.200 hectáreas y «este año se va a estar en torno a las 4.500, por lo que es un crecimiento significativo». Y tanto, ya que se traduce en una crecida de hasta el 40% en apenas una campaña.
La variación, de por sí, resulta llamativa, pero lo es en mayor medida si se tiene en cuenta que Azucarera esperaba alcanzar las 4.000 hectáreas en 2024. Gómez comenta al respecto que cuando se anunció aquel objetivo «ya era algo ambicioso, pero lo cierto es que ha habido un crecimiento en todas las zonas de la fábrica, sin excepción». Estas buenas previsiones por parte de la compañía permiten que la planta mirandesa alcance nuevamente los datos de superficie cultivada que tenía allá por 2018 y deje atrás el descenso hasta las 2.300 hectáreas que rondó en torno a 2020.
Por ahora Gómez calcula que el suelo cultivado ya se acerca al 50% del total con el que se contará durante la campaña. Si bien reconoce que «siempre es bueno sembrar cuanto antes se pueda», aclara que se hará «de forma escalonada» y en función de las precipitaciones o la preparación del terreno. Eso sí, aunque aún falta mucho tiempo para recoger la remolacha y hacer las cuentas definitivas, espera que «en cuanto a producción se llegue a la línea de otros años». En concreto, el responsable agrícola de Azucarera describe que en 2023 se rondó un rendimiento de materia líquida de unas 83 toneladas por hectárea, de tal forma que para este ejercicio «sería algo razonable» que la planta ubicada en Miranda recibiera unas «400.000 toneladas para molturar».
En la histórica empresa no esconden que «es importante ese crecimiento en volumen también para afianzar la inversión que se ha llevado a cabo para el proyecto de la refinería». Es más, Gómez destaca que las instalaciones ubicadas en la ciudad del Ebro han pasado de «ser la fábrica más pequeña» a convertirse en «una megafábrica, una garantía de producción de azúcar, bien sea con remolacha o con la refinería, por lo que es un referente».
Además, reconoce que se sienten «muy satisfechos por la apuesta que han hecho los agricultores». El responsable de este área cree que esa actitud está relacionada con que «nos encontramos en un año de una rentabilidad alta en la remolacha, que frente a otras alternativas como el cereal está siendo algo muy atractivo», a lo que se suma que «el modelo del cultivo compartido da ese componente de mayor seguridad con cosas como los ingresos mínimos garantizados» y añade que también se ha «cambiado la forma de valorar el producto, introduciendo el concepto de remolacha neta y quitando un descuento por la tierra que entre en el camión». Es decir, que «aparte de las virtudes que de por sí tiene este cultivo en la rotación, económicamente también destaca».