El burgalés que retrató a Picasso

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
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Modesto Ciruelos, uno de los pioneros del arte abstracto, conoció y trató al universal genio malagueño, de cuyo nacimiento se está celebrando el centenario. El padre del cubismo y autor del 'Guernica' influyó de forma determinante en el burgalés

Retrato de Pablo Ruiz Picasso visto por el pintor burgalés en 1950. Óleo sobre lienzo. 48x39 cm. (i.) / El artista burgalés (d.), en la década de los años 50, cuando realizó el cuadro del genio andaluz.

Modesto Ciruelos sintió una suerte de epifanía en febrero de 1936, en Madrid, cuando contempló por vez primera una exposición de Pablo Ruiz Picasso. «Allí posiblemente encontré mi camino a Damasco», confesaría años más tarde el artista de Cuevas de San Clemente, tal fue la sensación de deslumbramiento que sintió el pintor burgalés al verse frente a aquellas obras insólitas, audaces, de quien acabaría convertido en el principal icono de arte vanguardista universal. «Creo que fue el primero o uno, por lo menos, de los grandes revulsivos contra la pintura habitual española que sufrí en mi vida. Esta sí que es una fecha capital en la trayectoria inmediata de mi pintura. No se trataba de darle pictóricamente la vuelta a la chaqueta, que no estaba todavía preparado para tales desacatos, ni Picasso se alejaba tanto de la realidad figurativa para yo cayese sin más en brazos de los enemigos del orden. No iban por ahí los tiros. Picasso era uno de mis primeros contactos con el sentimiento nuevo de la pintura realizado de modo directo. Quizás fue entonces cuando entendí lo difícil que era y, sobre todo, lo difícil que me iba a ser vivir en el tiempo de mi propia vida».

Modesto Ciruelos recordaría siempre aquel impacto, que no en todos los públicos fue igual: contaba que vio a gente salir escandalizada o riendo a carcajadas tras contemplar «aquellos collages admirables». Pero el burgalés no volvió a ser el mismo: «Me di cuenta de que aquello iba a causar en mi vida una honda brecha, como así fue». Picasso, confesó siempre Ciruelos, «me apartó totalmente de la pintura de academia. Aunque en la parte plástica, de ejecución, era admirable lo que habíamos aprendido. Pero de eso a la creatividad hay una gran distancia». Quiso el destino o el azar, siempre caprichoso, que poco tiempo después los caminos y las vidas del burgalés y el malagueño volvieran a cruzarse. Fue en 1937 y en un contexto muy especial, ya que España se desangraba en una guerra civil. Ciruelos, que había defendido la República, expresó creativamente los horrores contemplados en Descubierta y Fusilados, dos óleos sobre lienzo de carácter expresionista que fueron seleccionadas para formar parte del Pabellón Español de la Exposición Internacional que en 1937 se celebró París. En aquel escenario diseñado por Sert y Lacasa coincidieron aquellas dos obras con, entre otras, una de las pinturas más trascendentales de la historia universal del arte: el Guernica de su admirado de Picasso.

Un año más tarde, el pintor burgalés pasó una estancia en la Ciudad de la Luz, y fue entonces cuando conoció más íntimamente a Picasso, a cuyo taller solía acudir acompañado por Rufino Ceballos, condiscípulo suyo en San Fernando, y por Pedro Flores que, como él, había sido profesor de instituto en la República. Fue en aquellos encuentros cuando el genio andaluz le confesaría al burgalés: «Yo no pinto lo que veo, sino lo que pienso». En adelante, Ciruelos evolucionaría del expresionismo a la abstracción,«muy picassiano ya en mis pensamientos».A partir de mediados de la década de los 40, el artista de Cuevas de San Clemente recorre «con éxito y en michos casos como pionero, adelantándose a corrientes y modas, todos los movimientos y expresiones de la vanguardia contemporánea», como escribió el involvidable crítico de arte, ensayista y poeta Antonio L. Bouza.

Fue en 1950, en otra de sus visitas a Francia, cuando Modesto Ciruelos realizó a Picasso el retrato que domina en este reportaje. Una verdadera maravilla. Nunca se separaron sus caminos: el Museo Reina Sofía atesora y exhibe las obras que uno y otro mostraron en el Pabellón Español de la Exposición Internacional que en 1937. Se da la feliz circunstancia de que, en la última reorganización de la pinacoteca madrileña el Guernica está ubicado junto al cuadro Ciclistas, una obra maestra del burgalés.