Hasta hace poco más de un siglo la perspectiva que ofrece la Catedral desde la plaza del Rey San Fernando era muy distinta:el palacio arzobispal ocupaba gran parte de la fachada e incluso quedaba oculta una zona de la portada del Sarmental. También había edificaciones pegando al templo en la subida a la iglesia de San Nicolás, junto a las Llanas e incluso soportales lindando con la capilla del Santo Cristo. Ese vaciado del entorno de la Catedral se produjo durante siglos, pero sobre todo en un momento en el que las teorías de la restauración estaban floreciendo.
A esos cambios en la fisonomía del centro histórico dedica el arquitecto Álvaro Moral el libro Obra inacabada. El proceso de aislamiento de la Catedral de Burgos, editado por el Ayuntamiento. La publicación viene a completar la exposición Miradas fragmentadas que el propio autor desarrolló en 2021, y donde las fotografías de Javier Bravo dejaban ver (o más bien todo lo contrario) las perspectivas que ofrecía en otros tiempos el templo gótico. «No escribo sobre el edificio sino sobre el entorno. La Catedral es la referencia», explica. «Hablo de los espacios ganados -o perdidos, según se mire- a las puertas Santa María, Sarmental, Coronería, Pellejería y las Llanas, el entorno que ha ido transformándose y sobre todo ampliándose a partir de las teorías que pretendían eliminar los edificios adyacentes para dar visibilidad a la Catedral».
En el libro Moral solo describe, pero en la charla también se permite opinar sobre una serie de derribos que han variado un concepto: «No es que las plazas que se han ganado estén mal, el problema es que tenemos la conciencia de que solo el edificio es lo que importa, y en realidad lo que importa es todo lo que hay alrededor», añade recordando que el derribo del palacio arzobispal que da «esa imagen icónica de la Catedral» hoy no se podría hacer, y quizá tampoco la retirada de los edificios de las Llanas que enmarcaban «ese retablo urbano». «Hemos perdido tejido histórico en pos de la renovación, y espacios más grandes aunque a veces están en desuso».
Eso no significa que no se deba intervenir porque el centro histórico no deba ser algo estático, y tampoco la Catedral: «Hay que mantenerla y actualizarla como se ha hecho durante siglos. Nadie se echaría las manos a la cabeza si los bancos de la seo están rotos y hay que cambiarlos. ¿Y por qué sí con las puertas si son de 1735 y no son nada originales ni tienen interés?», se pregunta. Lo mismo ocurre con el centro histórico: «¿Por qué solo tenemos un colegio, no hay apenas comercios y no existen pequeños supermercados que hacen que la vida no solo sea turismo y tomar unos vinos? Se pueden hacer equipamientos culturales, propuestas para aparcar o poner en valor las excavaciones en la iglesia de San Román, por ejemplo», insiste.
Con este libro dice no inventar nada, «tan solo» ordena artículos, investigaciones e informes arqueológicos como los de Fabiola Monzón para contar con fotos históricas y dibujos hechos por él cómo ha ido cambiando el entorno de la Catedral desde que tenemos constancia por grabados o imágenes. Porque para intervenir en algo primero hay que conocer su historia.
Obra inacabada lo presenta hoy lunes, en la sala Polisón (19:30 h.).