Cuando hace 60 años toda España volvió sus ojos hacia La Lora y pensó que podía convertirse en la tierra prometida gracias al descubrimiento de un yacimiento de petróleo, pocos sabían -y a prácticamente nadie le interesaba- que hace miles de años ya se veneraba como suelo bendito este páramo. Un páramo constantemente hostigado por el fantasma del olvido, a pesar de que atesora dos paisajes realmente singulares, el que dejó aquel sueño frustrado del oro negro con esa hilera de caballitos metálicos y de los túmulos y dólmenes prehistóricos, muchos aún por desentrañar.
Para aprovechar y visibilizar el trabajo de los arqueólogos -este año centrado en dos excavaciones entre agosto y septiembre, financiadas con el apoyo de la Diputación Provincial de Burgos- la agrupación Territorio Megalítico (Valle de Sedano, Los Altos, Tubilla del Agua y Sargentes de la Lora) va a desplegar una actuación en toda la comarca para facilitar el acceso y la comprensión, de forma individual y también en su conjunto, de estos enclaves a los que acudían sus antepasados entre el Neolítico y la Edad del Hierro para depositar los restos de los difuntos. En una población que se supone sin residencia fija, dedicada al pastoreo, estos túmulos eran emplazamientos de referencia a las que regresaban una y otra vez, lugares sagrados en lo que ahora se vuelve a poner el foco como hitos turísticos.
Carlos Gallo, alcalde de Sargentes de la Lora y diputado provincial, explica que van a comenzar por los dólmenes de la Horquilla (Sargentes), San Quirce (Tubilla del Agua), Paso de la Loba (Los Altos) y Fuentepecina (Sedano), con rutas señalizadas de acceso desde varios puntos de la amplia comarca que abarca Territorio Megalítico. En cada emplazamiento se colocará un cartel expositivo en el que conste el momento del hallazgo, cuándo se realizó la excavación arqueológica y cómo se interpretan los resultados obtenidos en cada uno de estos santuarios pétreos.
La arqueóloga Angélica Santa Cruz. - Foto: Luis López AraicoEn estos días los expertos trabajan en Los Altos, una excavación dirigida por Cristina Fraile, discípula de Germán Delibes. Él, junto a Miguel Moreno, Angélica Santa Cruz y Rodrigo Villalobos, ha estado al frente a finales de agosto de la segunda campaña en el túmulo de Villafría, en Sargentes de la Lora. Habrá una tercera, avanzan, porque si bien no se trata de una estructura muy grande, al contrario del dolmen de La Cabaña, sí se ha encontrado prácticamente intacta, sin rastro de haber sido expoliado o reabierto en épocas posteriores, tal y como han podido llegar a confirmar un equipo multidisciplinar integrado por antropólogos, biólogos, historiadores y hasta un ingeniero forestal.
Durante estos días de trabajo han identificado la entrada, orientada al suroeste como las de todos los dólmenes, que quizás pudo estar delimitada por una losa y un pequeño pasillo o corredor de entrada que lleva a la cámara funeraria propiamente dicha. Sobre él había una gran acumulación de losas bastante grandes. «Parece que estaban como intencionalmente colocadas», detalla Santa Cruz, lo que lleva a pensar que pudieron 'clausurar' el enterramiento al marcharse. También han delimitado el perímetro circular de cámara, compuesto por unas piedras entramadas que se denominan túmulo, y comenzar a excavar en su interior, donde «se prevé que va a salir un nivel muy potente de restos humanos» que, al estar intactos, aportarán mucha información a los investigadores. Se avanza muy despacio, porque cada vez que aparece un resto óseo hay que fotografiar, dibujar, tomar las coordenadas, en un espacio muy reducido, No obstante, se han extraído ya huesos de 3 o 4 individuos. Algunos restos están «aislados y removidos, lo que llamamos técnicamente en posición secundaria», detalla, pero también han localizado «enterramientos en posición primaria, es decir, con los huesos anatómicamente conectados», explica mientras señala una mandíbula, las vértebras del cuello, el húmero y las clavículas de un individuo adulto. También ha aparecido un niño de unos 6 años, «que es algo también singular, porque en los dólmenes generalmente se han identificado pocos individuos infantiles», reseña esta experta en Antropología Física de la Universidad de Valladolid, que actualmente realiza una estancia en la de Salamanca.
Con paciencia. Más que una virtud, en la arqueología la paciencia se impone como obligación. Así, cuando más interesante se ponía la campaña se han visto obligados a cerrarla y preservar el yacimiento para el próximo año poder completar la extracción de todos los individuos enterrados en este túmulo de Villafría. Esperan bajar unos 30 centímetros hasta llegar al suelo original sobre el que se construyó y obtener una información fundamental para datar el yacimiento, que calculan puede ser del Neolítico final, incluso algo más antiguo que el dolmen de La Cabaña.
Sobre este último han publicado recientemente un estudio, detalla Angélica Santa Cruz, en el que desvelan que los huesos allí exhumados tienen marcas de corte, «de manipulación antrópica, lo que querría decir que ellos descarnaban los huesos, aceleraban en cierto modo su proceso putrefacción» como prueba de esa veneración de los restos de sus ancestros. «Sí que tenían un culto importante a esos huesos y los conservaban, los cuidaban y los trataban», resume.
Para ayudarles con esa datación han obtenido una lámina de sílex, que se llevan al laboratorio junto a los restos óseos y muestras. No obstante, hasta que no se concluya de extraer todo el material de la cámara funeraria no se podrá realizar el estudio completo y obtener las conclusiones definitivas, avisa.
En no pocos yacimientos hay que recurrir a la imaginación y a las explicaciones de los expertos o a las recreaciones, en este no, en el túmulo de Villafría un neófito puede entender perfectamente su estructura porque la ve. Ve la cámara funeraria, las piedras que la delimitan, el pasillo de entrada que apunta al suroeste...
A la antropóloga Angélica Santa Cruz le gusta comparar estas estructuras con las catedrales, salvando las distancias, para explicar su significado en el contexto histórico. Los dólmenes y túmulos de Territorio Megalítico se ven entonces como lugares de referencia, cargados de simbolismo y sentido religioso, a los que siempre se vuelve. Así pasen los siglos.