Hay varios tipos de entrenadores. Si los agrupásemos en una única categoría, lógicamente sería la de «los que quieren ganar». Pero si solo usáramos dos, estarían los que quieren hacerlo por la vía más conservadora y los que quieren hacerlo por la más espectacular posible. Indudablemente, Simeone pertenece a la primera: legítima y respetable. Un gol y a recular. Si el partido termina 1-0, todo un éxito. De hecho, ha forjado su rango de leyenda rojiblanca con ese concepto poco atractivo pero bien eficaz. Nadie esperaba que, después de un comienzo dubitativo, el 'Cholo' apostara por pasarse al 'lado claro' de la subdivisión, la de los entrenadores que exigen vocación ofensiva, los que abren los partidos (el Sevilla destrozó al Atlético en las transiciones) y al final encuentran el premio. El 4-3 fue un espectáculo de encuentro que llegó tras el 0-5 de Valladolid y el 0-6 de Praga, y revela un cambio de tendencia maravilloso. Los grandes, incluso los más 'cerrados', encuentran nuevas vías hacia la victoria.
En Madrid
Algo de eso, un volantazo, está buscando el Barça. Era una máquina casi perfecta en todas sus líneas, pero se ha ido resquebrajando conforme perdió el 'factor sorpresa' elevado a su máxima expresión en el 0-4 del Bernabéu. Reventó a Bayern y Madrid… y se durmió. Ha sacado cinco puntos sobre los últimos 15 posibles, y Flick necesita un plan B que vaya más allá de darle balones al 'muchacho': hoy Lamine Yamal es prácticamente lo único que sigue fresco de aquel equipo que maravillaba hace apenas un mes. Y como todo cambio necesita un chispazo, mientras el Barcelona no lo encuentra Bellingham se ha vestido de electricista: cinco jornadas consecutivas marcando para elevar el espíritu de un club que amenazaba con entrar en seria depresión. Mientras el fútbol no llegue, el brillo individual mantendrá al bloque. El propio Jude empezó taciturno la temporada, enredado en la maraña táctica (encaje de bolillos) tras la llegada de Mbappé. Al final, pensará Ancelotti, era tan sencillo como ponerle en su sitio.