«Escribo porque no podría no escribir. Desde siempre me recuerdo leyendo o escribiendo. Los periodos en los que no lo hago siento como si tuviera una deuda pendiente y no cumpliera con algo que tanto necesito», comenta el periodista José María García mientras le vienen imágenes a la mente de su infancia. Se crió en Quintanaopio, en el corazón del Valle de Caderechas, y rodeado siempre de amigos, desde bien pequeño sacaba tiempo para anotar todo lo que acontecía, también en su imaginación.
Ahora, con unos cuantos años más y con la mochila cargada de experiencias, está a punto de sacar del horno su último proyecto literario, El gran libro de los espejos, una «reflexión sobre la vida y los anhelos que mueven a los hombres y la lucha que siempre se produce entre los deseos y el modo de alcanzarlos», define el autor, que abandonó su querido pueblo para formarse como periodista.
En la primera «novela medieval» que se atreve a compartir con los lectores se cruzan el mundo oriental y el occidental, los personajes se mueven en un universo en el que se dan cita leyendas en las que tienen cobijo sucesos cotidianos y hechos inexplicables en un entorno que a más de uno resultará familiar. Los escenarios se corresponden con un tiempo anclado en una época en la que conviven el afán por lo nuevo y la inercia de lo viejo y que se resiste a ser sustituido por un nuevo orden. Hay una parte en la que aparecen diferentes aldeas a los pies de una montaña en cuya cumbre se halla un monasterio con el que «pretendía hacer un cierto guiño a las localidades de la zona», añade. Amante de su tierra, de su pueblo, al que acude todos los años a pesar de los 780 kilómetros que lo separan de su lugar de residencia en Sevilla, siempre recurre a los paisajes, carreteras estrechas, casas de piedra y los árboles frutales que caracterizan al Valle.
La obra surge de las circunstancias, de sus lecturas, vivencias personales y de las conversaciones con las personas con las que se relaciona, un producto de todo ello. De algún modo, «creo que se escribió a través de mí, y que fueron los personajes los que eligieron su propia voz y salieron a la luz. Unos sacaban a otros. Siempre acordándome de Quintanaopio y sus gentes, el lugar en el que marqué el punto y final de la historia», declara con cierto orgullo.
A falta de «escasos días, un par de semanas o tres como mucho», el último proyecto de este apasionado de las letras ocupará las estanterías de las librerías, aunque también estará a la venta en algunas plataformas digitales. Asegura sentir nervios por las reacciones de los lectores pero confía en que «acabarán un capítulo y desearán continuar. La historia atrapa», confiesa.
En verano cumplió seis años, ni más ni menos, y después de presentarla en algún que otro concurso literario, la editorial Malas Artes puso el ojo en ella. «La terminé y ya está. No hice nada con ella. Tenía la experiencia de mi anterior trabajo, Pájaros y brumas, que acabé en 2009 y la presenté al premio Fernando Lara de Novela. Quedó finalista y no se publicó hasta bastante tiempo después», sentencia. Respecto a la intención de organizar algún evento en La Bureba para dar a conocer su trabajo, por el momento no está incluido en la lista de planes.