Un hogar para saltar a la vida independiente

ARSENIO BESGA / Miranda de Ebro
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María y Diego participan en el servicio de vivienda de la Asociación Salud Mental Miranda, donde reciben atención de un «equipo multidisciplinar» formado por profesionales «muy empáticas» y volcadas en ayudarles a mantenerse activos laboralmente

Carranza, como asistente personal, se encarga de acompañar a los usuarios en las labores del día a día o los trámites que deban gestionar. - Foto: Luis López Araico

Suena el timbre cuando las manillas del reloj acaban de marcar las once y cuarto de la mañana. María Aranzazu, que para esa hora ya ha paseado a su perrito Jackie y está pensando en acudir a los talleres de la Asociación Salud Mental Miranda, descuelga el telefonillo y abre la puerta a los 'pesados' de Diario de Burgos. La usuaria de la entidad recibe a la visita con una sonrisa, de buen grado les invita a sentarse para charlar y empieza a relatar cómo es su rutina en la vivienda de apoyo a la vida independiente que tiene este colectivo tras una cesión municipal. Según dice, las instalaciones no son solo cuatro paredes, sino que se han convertido en un verdadero hogar, aunque para eso ha sido necesario un poco de tiempo.

María, quien se mantiene activa laboralmente gracias al itinerario de la entidad, recuerda que «la entrada al piso fue rápida, porque ya se venía madurando el tema con la asociación» y explica que sigue afincada allí «felizmente», después de tres años en los que ha visto cómo «al principio estaba todo un poco vacío, así que era más difícil más estar aquí porque estaba sola y era como si estuviera desangelado, pero luego han ido viniendo otros compañeros y es todo mucho más llevadero». Uno de ellos, Diego Miñón, quien también acoge a DB con los brazos abiertos, viene a confirmar que esta vivienda tiene un ambiente hogareño. Y eso que a él le costó bastante dar el paso de embarcarse en esta aventura de vida independiente.

Según relata, llegó al apartamento «hace solo unos mesecillos, por noviembre», de tal manera que durante los últimos tiempos ha tenido que enfrentarse a un periodo de «adaptación» pues este joven vivía en Burgos y cuando desembarcó en la ciudad delEbro «ni siquiera conocía las calles».Además, Diego no esconde que se mostraba «reticente» a abandonar su antigua residencia «por cosas familiares», pero al mismo tiempo aclara que, ahora, una vez que está plenamente integrado en la vivienda de Salud Mental, se ha «acostumbrado al entorno» y está «muy contento».

Fernández reconoce que entre los usuarios las asistentes personales se crea un vínculo que sobrepasa la esfera meramente profesional.Fernández reconoce que entre los usuarios las asistentes personales se crea un vínculo que sobrepasa la esfera meramente profesional. - Foto: Luis López Araico

Ese sentimiento parece comprensible, dado que en estas instalaciones está rodeado por «una asociación que tiene a personas muy empáticas». Entre esas profesionales intachables se encuentran Arancha Carranza y Virginia Fernández, las asistentes personales, quienes comentan que llevan a cabo un «acompañamiento» de los usuarios según las «necesidades» de su«vida diaria». Durante todo ese proceso, como reconocen ambas, se termina tejiendo un vínculo «bastante personal» porque «te involucras» en ayudar a los usuarios y, por tanto, «se comparten los éxitos y los fracasos». 

Eso sí, hay más victorias que derrotas. O al menos eso intentan tanto ellas como, según Carranza, «todo el grupo que está siempre detrás». Y no es un conjunto de trabajadoras cualquiera, sino que forman un «equipo multidisciplinar» en el que prima la coordinación para garantizar que los participantes de este programa puedan sacarle el máximo partido a su estancia en la vivienda, una experiencia que «es bastante enriquecedora» para las personas con discapacidad «porque trabajan la empatía, la escucha, la convivencia o el compartir tareas». En esos términos se expresa la psicóloga, Noelia Aguilar, que también apunta que todos esos aprendizajes que logran los usuarios al convivir en el apartamento «pueden extrapolarse al mundo laboral y hace que todo sea muchísimo más sencillo que si no tuvieras ese apoyo» que se brinda en estas instalaciones.

Al fin y al cabo, para lograr esa transición a la independencia la cuestión laboral es esencial. Bien lo sabe Esther Barahona, una de las técnicas de empleo de este colectivo. Según relata, «el piso está encuadrado en los programas e itinerarios personalizados de inserción sociolaboral», unos planes que «consisten en un acompañamiento en la búsqueda de empleo y de opciones formativas». Precisamente, su compañera,Lara Anuncibay, puntualiza que desde esta sección tratan de apoyar a los usuarios en el plano«formativo» tanto con«actividades» internas como proporcionándoles la gama de alternativas «exteriores», a lo que añade que incluso echan una mano «a las empresas que lo necesitan» cuando desean contratar a uno de sus usuarios.

Esa dinámica la mantienen con todos aquellos que acuden a Salud Mental Miranda para buscar un trabajo, aunque, como explica Barahona, participantes comoDiego y María viven los programas de manera un diferente.Y es que, según la técnica de empleo, «la atención en el piso es un poquito más intensiva, porque las personas que están en programa de empleo tienen diferentes niveles de atención en función de su autonomía, pero en la vivienda está más establecido el seguimiento periódico».

Buena cuenta de ello da Adriana Salazar, la coordinadora del programa de viviendas de este colectivo. Esta profesional coincide en la descripción de sus compañeras sobre la actividad que se desarrolla en la entidad y destaca la importancia de los planes de empleo porque, a fin de cuentas, contar con una ocupación laboral «es fundamental para todas las personas, pero en el caso de las personas con discapacidad supone un camino hacia la normalización, es una fuente de identidad, que proporciona la posibilidad de sentirse parte de la sociedad» y «el hecho de tener un empleo les proporciona la posibilidad de tener una vida autónoma y crear un proyecto vital».