La crisis aprieta y ahoga. Y más en ciertos sectores como, por ejemplo, el de la construcción y toda su ‘industria auxiliar’. La enésima prueba se registró ayer en el Ayuntamiento de Burgos. Hasta 33 veces. Ocurrió a cuenta de que expiraba el plazo abierto para recibir ofertas al concurso para adjudicar la redacción del proyecto que permita reconvertir la vieja estación, en la que no para un tren desde diciembre de 2008 y que es de la ciudad desde hace más de un año, en centro de ocio infantil y juvenil.
Llegada la hora, el concejal Fernando Gómez, delegado por el alcalde, Javier Lacalle, para tutorizar este proyecto, supo que el jurado al que debe convocar en las próximas semanas tendrá que ver nada menos que 33 propuestas, que podrían ser más si algún estudio ha utilizado cauces que no sean el registro directo en dependencias municipales para presentar su oferta.
Además, y a pesar de que el procedimiento elegido impide ver quiénes están detrás de los proyectos hasta que no se abran los sobres con las ofertas, es muy probable que entre los aspirantes figure algún arquitecto de primer nivel que, al menos, se interesó por el proyecto.
El procedimiento se abrió en abril con un plazo de 40 días y ofertaba 165.000 euros para la idea que más seduzca a un comité de selección que estará presidido por Lacalle pero que contará con una delegación del Colegio Oficial de Arquitectos con voz y voto. Según lo dicho por el equipo de Gobierno, la intención es que se liciten las obras en el último cuatrimestre del año.
La cuestión es que este proyecto acumula ya muchos retrasos y, al menos por lo que al interés político se refiere, los plazos empiezan a estar muy ajustados. Más allá de la obra que se determine hacer, hay que culminar todo el procedimiento antes de mover un ladrillo, y el próximo año es 2014 y en 2015 hay elecciones...
También ha habido cambios en cuanto al dinero que el Ayuntamiento tiene previsto invertir en la terminal. Hace años se habló de 4,5 millones; el Colegio de Arquitectos recomendó no hacerlo por menos de 3 y el último tope se ha situado en 2,3, un itinerario menguante pese a que se trata de un inmueble protegido, ubicado en primera línea de bulevar y que tiene garantizados fondos europeos por el 70% de la obra.