Dicen que no existe el crimen perfecto. Que incluso cuando a un puzzle le faltan piezas es posible terminarlo. Pero para eso conviene a veces levantar algunas alfombras, poner incluso la casa patas arriba, a ver si aparece la clave que resuelva el rompecabezas. Hace poco se cumplieron cinco años desde la última reapertura del triple asesinato de los Barrio y desde entonces no ha habido ningún avance. Tal vez porque es mucho tiempo sin nuevas pistas, la Policía Científica de la Comisaría General de Madrid se desplazó meses atrás a Ourense para inspeccionar el coche de Salvador Barrio. Fue una vuelta de tuerca más de una tragedia que conmocionó a la provincia. Uno de los últimos capítulos de la crónica negra burgalesa que quedaron en blanco. Uno de los trece episodios sin final.
Porque en las últimas décadas se han producido en la provincia una serie de crímenes que han quedado sin castigo. Algunos de ellos permanecen prácticamente en el olvido. Otros fueron mucho más mediáticos, pero por más que se menease el árbol, el asesino nunca mostró su rostro. Si hubiera que empezar por el principio de este cruento relato, sería casi de justicia comenzar por la fatídica década de los 90. El punto de partida, el asesinato de Florencio Llanas Requena.
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