La pandemia silenciosa

N. M. J. (Sumando Comunicación)
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La resistencia a antibióticos es hoy una de las mayores amenazas a la salud

Rufino Álamo es jefe del Servicio de Información de Salud Pública de la Junta de Castilla y León. - Foto: Miriam Chacón (ICAL)

El descubrimiento del primer antibiótico, la penicilina, a mediados del siglo XX cambió el mundo de la medicina moderna. Hoy en día, son indispensables para curar infecciones causadas por bacterias o para prevenir posibles infecciones antes de procedimientos quirúrgicos. 

Sin embargo, la resistencia a los antibióticos se ha convertido en una de las mayores amenazas para la salud, y la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) la sitúa entre los 10 principales problemas de salud del momento actual. De hecho, tal y como añaden los expertos, podría convertirse en un problema aún más grave, llegando a causar 10 millones de defunciones al año en 2050, desbancando incluso al cáncer como primera causa de muerte.

«Los antibióticos son un producto sanitario y tan solo debe emplearse cuando un facultativo hace una indicación precisa. Su consumo debe ajustarse exactamente a lo que se le indique», explica el jefe del Servicio de Información de Salud Pública de la Junta de Castilla y León, Rufino Álamo, que recuerda que los medicamentos deben tomarse «tanto como sea necesario, y tan poco como sea posible».

Una frase grabada a fuego para los profesionales de la medicina, que trabajan de forma conjunta en esta lucha contra la denominada 'pandemia silenciosa o silente'. De hecho, los expertos claman contra un uso inadecuado o excesivo de los antibióticos, que podrían llegar a favorecer una resistencia antimicrobiana, dejando a los pacientes expuestos ante determinadas bacterias que se vuelvan resistentes, o incluso comprometer la realización de intervenciones quirúrgicas o procedimientos como la quimioterapia. Esta situación también podrían tener efectos negativos en la microbiota de los individuos o incluso generar alergias. 

«Como ciudadanos, tenemos el concepto de que siempre que hay un problema de salud, podemos acudir al sistema sanitario donde habitualmente hay un remedio para ello», explica Álamo. Sin embargo, ¿qué pasaría si no fuese así?

«Cada vez son más numerosos los casos de multirresistencia y la tendencia que venimos observando en los registros es que cada vez hay más muertes», alerta Rufino Álamo, que cita un artículo publicado en la revista The Lancet, donde se indicaba que en 2019 había habido 1.200.000 muertes directamente relacionadas con la resistencia antrimicrobiana. 

Un problema de todos

Ante la pregunta obligada de qué se puede hacer frente a esto, Álamo señala la importancia de «prevenir». «El mensaje de la prevención estaría en la base de cualquier problema sanitario», subraya. Lo mismo ocurre en el caso de la resistencia antimicrobiana. «Tenemos que extremar las medidas de higiene», señala a vez que recuerda que en la época COVID esta era una máxima muy presente entre la sociedad, que desarrolló un «hábito increíble» de lavarse las manos siempre, con independencia de si hacía falta o no.

La seguridad alimentaria es otro de los grandes aspectos que destaca el jefe del Servicio de Información de Salud Pública de la Junta, que subraya la importancia de que aquellos alimentos que consumimos no nos hagan enfermar, porque entonces estaríamos hablando de una «enfermedad infecciosa y, en consecuencia, se tendría que llevar a cabo un tratamiento antimicrobiano».

«Hay un aspecto muy relevante que el COVID puso de manifiesto, y es la necesidad de seguir los programas o protocolos de vacunación», apunta el experto, que incide especialmente en seguir estos procesos tanto en niños como en adultos, porque permitirá evitar el desarrollo de enfermedades infecciosas, que son las indicadas en el tratamiento antimicrobiano.

Asimismo, en el ámbito sanitario se está intentando optimizar el uso de los antibióticos. Explica así que existen unas guías de tratamiento antimicrobiano en las cuales, para cada uno de los procesos, se indica cuál sería el tratamiento más indicado. «Estamos haciendo un esfuerzo muy importante para distribuir las llamadas técnicas de diagnóstico rápido», que permiten distinguir si es una infección originada por una bacteria o vírica. «Los antibióticos no valen para el tratamiento de problemas víricos como la gripe», apunta.

Por grupos de edad, es más frecuente el consumo de antibióticos en aquellos en los que su sistema inmune «todavía no está maduro», como es el caso de los niños; y las personas mayores, «cuando su sistema inmune también ha dejado de funcionar. Son grupos que tenemos monitorizado que el consumo es mayor, porque son más propensos a adquirir infecciones»