Entre la pena beliforana y la curiosidad forastera

DIEGO PÉREZ LUENGO / Belorado
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El cisma que mantienen las clarisas con la Iglesia católica ha hecho de Belorado un foco de actualidad del que todo el país está pendiente. «Nadie se esperaba esta situación; nos ha sorprendido»

Una peregrina se para a fotografiar el convento en el que permanecen las clarisas de Belorado, que se ha convertido en un lugar de interés para los visitantes. - Foto: Iván López

El pasado lunes estalló la tormenta: las clarisas de Belorado se entregaban a la secta liderada por Pablo de Rojas tras una compraventa de conventos fallida. Una noticia que llenó las páginas de los diarios nacionales y que llevó tanto a las televisiones como a las radios de todo el país a interesarse por el tema. En el pueblo este domingo costaba encontrar a alguien que quisiera hablar de ello. Se han visto desbordados por tanta información que ahora les ha puesto de lleno en el mapa. Aun así hay quien no oculta su decepción por el episodio.

No era un domingo gris, pero no terminaba de ser claro. El ambiente pesaba ayer en la villa beliforana. Las nubes y claros que se asentaban sobre el cielo eran el reflejo de un clima generalizado. A las puertas de la iglesia nos encontrábamos con Irune. «A la gente del pueblo se la ve decepcionada. No puede ir a misa ahora al monasterio y ojalá que las clarisas cambien de idea», manifestaba. Ella tiene una casa en un municipio cercano, pero no es de Belorado.

Para encontrarse a algún local que quiera hablar hay que toparse con mucha gente reacia a tratar con los medios. Gloria va a cantar en el coro en misa y nos atiende unos segundos antes de entrar en la iglesia de San Pedro. «No lo entiendo; el municipio siempre ha estado muy unido a ellas y ahora no se entiende, no sé, para mí que están abducidas», recalcaba antes de hablar del impacto que están teniendo. «Estos días estamos notando la afluencia de gente que viene a curiosear». También hablaba de que allí ya estaban un poco «revolucionados» con el criadero de perros que habían montado las monjas. 

En la línea de los turistas nos topamos con un grupo de chicas que vienen de una despedida de soltera en Logroño. Vieron en las noticias todo lo que había pasado y no dudaron en pararse para ver cómo era el escenario real del que todo el mundo habla. «Nos pillaba de camino y hemos querido parar a ver cómo era. Nos estamos informando más en profundidad ahora, pero hemos visto que se le ha dado mucho bombo y que hacen unas trufas muy buenas», comentaban entre risas.

Amalia y Daniel son de Buenos Aires y rondaban también por el Monasterio de Santa Clara. «Al final teniendo Belorado tan cerca de Burgos y viendo que todos los medios están hablando de ello, queríamos ver el lugar de donde está saliendo todo», relataban. También pasaban por el entorno peregrinos extranjeros ajenos a todo el ruido externo. Desde su cápsula de caminantes pasaban a hacer fotos sin saber lo que se estaba gestando en su interior.

Un coche de lujo abrió la verja y entró al interior de la residencia de las religiosas. Decía que no tenía nada que ver con lo que había allí, pero entró con la naturalidad de quien sabe a dónde va. No quiso hablar ni identificarse.

Volviendo al pueblo la gente salía de la eucaristía y alguno se atrevía a hablar. La mayoría en la misma tónica. «Hay malestar general. Llevan aquí toda la vida y nos fastidiaría que se marcharan. Las cosas que quieren hacer no nos parecen bien, entre ellas las misas en latín», explicaba Rafael, que iba acompañado de su perro. «Todo esto creo que tiene un trasfondo económico, aunque no creas en Dios a las monjas, aquí se las quiere y se las tiene un aprecio», concluía.

Fernando venía de haber pulsado las teclas del órgano con la suavidad que dicen que tiene para poner música a la iglesia, nos atendió durante unos minutos y reincidió en que «lo que han hecho las clarisas nadie se lo esperaba, siempre han estado muy bien atendidas y no pueden tener queja». Y a su vez coincidía con otros testimonios en que «lo que prima es la motivación económica». Su padre Arcadio también estaba por allí y aclaraba que «no me gusta nada la situación. Yo voy mucho por allí y nos da mucha pena todo», a la vez que creaba esperanzas para que «todo vuelva a la normalidad».

Las misas. Algo sobre lo que también se pronunciaron los vecinos fue sobre las misas que se pretenden celebrar de ahora en adelante en el convento. Según comentó el alcalde de Belorado, Álvaro Eguiluz a este periódico, el ahora portavoz de las clarisas, don José, le comunicó que las eucaristías se llevarían a cabo acorde con el rito preconciliar, lo que supone que serán en latín y de espaldas al público. Las mujeres tendrán que asistir tapadas y aparte de los hombres.

Fernando se mostraba contrariado ante este anuncio. «Creo que las misas que se quieren dar no tienen mucho sentido». Rafael, por su parte, también parecía molesto con ese asunto. «Es algo que no nos parece bien, de espaldas y en latín, es algo que nos hace retroceder», concluía. El clima en la villa cuando nos fuimos seguía enrarecido, la tormenta no termina de cesar.