Este pasado lunes, en plena operación retorno de las vacaciones de Semana Santa, la AP-1 dio el primer aviso en lo que llevamos de año. La intensidad de tráfico que soportó la antigua autopista durante el regreso de los vecinos del País Vasco a sus domicilios tras unos días fuera de casa generó una retención monumental entre Rubena y Briviesca. ¿La razón? Dos accidentes que, pese a su levedad y saldarse sin heridos, desembocaron en un atasco que mantuvo colapsada la vía de comunicación durante toda la tarde.

Desde que se liberalizó la AP-1, a finales de 2018, las congestiones de tráfico son el pan de cada operación salida o regreso. En los más de 80 kilómetros apenas se disponen tres salidas, lo que aboca a colas interminables que se seguirán produciendo durante los próximos veranos. Tanto el proyecto de construcción de un tercer carril como el de ejecución de dos nuevos enlaces siguen siendo eso, proyectos, nada palpable a pie de la antigua autopista.

Esta falta de avances no deja más remedio a los miles de conductores que hacen uso de la AP-1 para sus desplazamientos por carretera a armarse de mucha paciencia y seguir teniendo que lidiar con las tediosas retenciones, al menos durante los próximos años.

La ya exministra de Transportes, Raquel Sánchez, anunció a bombo y platillo hace ya más de un año (marzo de 2023) que a lo largo de ese ejercicio saldría a concurso la redacción de los proyectos de los tres tramos (independientes) de los que consta el ansiado tercer carril. Con el que unirá Ameyugo y Zuñeda ya en proceso de planeamiento, los otros dos (Zuñeda-Monasterio y Monasterio-Castañares) siguen aún sin lanzarse desde Madrid a pesar de la promesa de la ministra.

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