Las atletas precoces con resultados impropios de su edad suelen ser quienes acaparan los podios y, por lo tanto, la atención. Pero el éxito a veces tarda en llegar. Lidia Campo consiguió el pasado 6 de abril convertirse en campeona de España por primera vez y lo hizo en una disciplina que hasta hace no demasiado se le quedaba larga, el 10K. Detrás del oro hay mucho trabajo, algún momento duro provocado por las lesiones e incluso la idea de la retirada, que meditó hace un lustro. Sin embargo, apostó todo a sí misma al dejar de lado sus compromisos laborales para profesionalizarse y, en los dos últimos años, ha encontrado su mejor versión cambiando las distancias cortas por el 10.000 y la media maratón. De hecho, acaba de ser preseleccionada para el Campeonato de media maratón de Roma (Italia) este junio. Y por si fueran poco esos 21 kilómetros a los que se está habituando, tiene claro su futuro: «Dentro de poco estaremos haciendo una entrevista diciendo que soy maratoniana. Antes de retirarme creo que me lo merezco», afirma.
¿Qué ha cambiado en los últimos meses? ¿Qué ha sucedido hasta convertirse en campeona nacional?
Trabajo, mucho trabajo. Aunque no todo ha sido de color de rosa, no he perdido la motivación, que en este deporte es muy fácil. Me caracterizo por necesitar siempre un objetivo ambicioso y el mío era estar en marcas de media maratón, lo cual me parecía una locura hace dos años. He tenido un progreso grande y me encanta la cercanía del atletismo popular, que en la pista no se vive.
¿Ha vuelto a disfrutar del atletismo?
Mucho. Es que si no disfrutas es imposible conseguir los objetivos. No voy a decir que en los últimos años no disfrutaba, pero es que en la ruta he sentido una experiencia que nunca había vivido en la pista. También me motivó muchísimo que mi equipo, HOKA, hiciera la apuesta de confiar en mí y ficharme tras haberme roto y estar casi todo el 2022 sin competir. Podían haber fichado a cualquiera con resultados magníficos, pero depositaron su confianza en mí. Debía devolverles esa confianza con triunfos.
Lidia Campo, campeona de España de 10 kilómetros en ruta. - Foto: ValdivielsoLas medallas no son importantes, pero gustan. Si te estás matando cada día no es igual ser cuarta que estar en el podio»
¿Cómo valora esos momentos de bajeza sufridos hace no tanto?
Considero que tengo una gran fuerza de mental. He tenido dos lesiones graves en mi carrera y valoro mucho el primer mes de entrenamientos tras haber estado parada por lo menos tres. La mente es tan lista que anula, borra los momentos duros para que a nada que tengas una molestia, ya no lo recuerdes.
¿Es el presente uno de sus mejores momentos a nivel deportivo?
No lo sé... lo que tengo claro es que estoy haciendo más kilómetros que nunca. Me profesionalicé muy tarde, a los 27 años, que es una edad en la que otras atletas están encarando el final de su carrera. Hasta ese momento yo estaba jugando, como quien dice, e incluso hablé con Benja (Benjamín Álvarez) para dejarlo, pero me insistió en entrenar juntos de nuevo. Le estoy muy agradecida porque no me hubiera ido con buen sabor de boca.
Esa fue su primera gran apuesta...
(Interrumpe) ¡La apuesta total! (ríe). Desde los 21 años trabajaba a jornada completa además del atletismo. Compaginarlo era durísimo, además estudiaba en otra ciudad... o paraba, o la vida me iba a parar. Me pedí una excedencia y es de lo que más me alegro. El deporte tiene una época y cuando se gasta, se gastó. El trabajo, si tienes ganas de formarte e ilusión, nunca te va a faltar.
Necesito siempre un objetivo ambicioso y el mío era estar en marcas de media maratón, lo cual me parecía una locura hace dos años»
Su segunda gran apuesta fue pasarse al atletismo en ruta, ¿cómo se originó ese cambio?
Yo no quería. Salió de Benja y acepté a regañadientes. Me lo llevaba diciendo mucho tiempo. Su primera idea era que ya hubiese debutado en la maratón para poder ir a los Juegos Olímpicos en esa distancia, pero a mí me parecía imposible. Siempre me insistía con que iba a ser de largas distancias. Me parecía una aberración porque me gustaba sentirme fuerte y rápida en la pista.
¿Echa de menos competir en un 1.500 o en un 3.000 obstáculos?
Bueno... a mí me encantaba, pero entonces Benja ya me lo decía y nunca se equivoca. Nunca. Yo pensaba que era imposible porque si me costaba llegar a la última curva del 1.500 no tenía sentido intentar una maratón o una media maratón. Y es verdad que me voy encontrando mejor, cada vez sufro menos, aunque la preparación es más dura. Creo que dentro de poco estaremos haciendo una entrevista diciendo que soy maratoniana. Antes de retirarme creo que me lo merezco y quiero darle a Benja la alegría de tener por primera vez una atleta en una maratón.
¿Sufre más en una carrera de menos de cinco o diez minutos o en una de más de media hora?
En los 10 kilómetros ya no sufro, es una distancia que disfruto. Son muy tácticas y yo conservo el final explosivo del 1.500. Mi juego es aguantar hasta el kilómetro ocho e imponerme al final. Quiero conservar ese reprise del medio fondo porque mis rivales no han pasado por distancias cortas, son fondistas desde pequeñas. Yo tengo que jugar mi baza. Ojalá acabar este año en 1:10, que antes me parecía una locura.
La medalla compensa todos los días de frustraciones, pero eso es el deporte. El 90% de las veces trabajas y no sale. Si esto fuesen matemáticas sería aburrido»
¿Cuál es su próximo objetivo?
Si no voy al Campeonato de Europa de Roma (del 7 al 12 de junio) -acaba de ser preseleccionada- intentaré hacer mi mejor marca en 10 K. y en media maratón, pero ojalá no tenga esas marcas y pueda estar en el Europeo. Eso sí, lo primero es mejorarme a mí misma. Siempre digo que es imposible que no te midas con tus rivales, pero si sigo mejorando y me siguen respetando las lesiones, ¡qué más puedo pedir!
¿Qué supuso para usted ese triunfo en Crevillent (Alicante)?
Pues curiosamente no iba a haber ido. Fui porque intenté el 1:10 en la media maratón de Lisboa tras estar cinco semanas entrenando como un animal, pero salió muy mal. Había mucho calor y humedad y los atletas españoles estuvimos muy por debajo de lo esperado. Cuando volví a Burgos necesitaba una motivación a corto plazo y por eso fui. Que saliera lo que salió me devolvió las ganas de trabajar porque lo de Lisboa había sido un bache importante.
¿Sirve esa medalla para valorar todo el trabajo que hay detrás?
La medalla compensa todos los días de frustraciones, pero eso es el deporte. El 90% de las veces trabajas y no sale. Si esto fuesen matemáticas sería muy aburrido y lo sé perfectamente porque no recuerdo ni los 4º puestos que tengo en mi vida en Nacionales (ríe). El año pasado quedé 4ª en el 5.000, 4ª en el 10.000 y 4ª en la media maratón. Se dice que las medallas no son importantes... pero gusta. Sí que importan porque cuando te estás matando todos los días no es lo mismo un 4º puesto que estar en el podio.
A los 27 años hablé con Benjamín Álvarez para dejarlo, pero me insistió en entrenar juntos de nuevo. Me hubiera ido con mal sabor de boca»
¿Cuál es su deseo a corto plazo?
Mantenerme sana para poder trabajar porque estas distancias tan largas no las tengo explotadas y sé que tengo margen de mejora. Si lo hago no voy a perder la motivación.