«Tenemos un déficit de plantilla en la cárcel»

F.L.D.
-

ENTREVISTA | Elena Ramos, directora del centro penitenciario de Burgos

Elena Ramos, junto a la prisión provincial. - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Lo primero que se encontró Elena Ramos al ponerse a los mandos del Centro Penitenciario de Burgos fue la peor pandemia en casi un siglo. Casi sin tiempo para hacerse con su nuevo cargo, esta jurista, licenciada en Derecho por la Universidad de Salamanca, tuvo que actuar con rapidez para que el virus no entrara en la prisión. De hecho, lo mantuvo alejado durante los peores meses de la covid-19. Eso sí, por el camino quedaron aparcados los proyectos e ideas que antes de asumir el mando había ido trazando en su cabeza para mejorar la institución. 

El Centro Penitenciario ha conseguido mantener lejos el virus durante el confinamiento y la desescalada, pero lamentablemente esta semana han detectado los primeros casos positivos. ¿Se ha contenido la transmisión de este brote?
Surgió en una clase de cocina en la que el profesor mostró síntomas. En cuanto se confirmó que la PCR era positiva, nos pusimos manos a la obra para rastrear a los alumnos y sus contactos más cercanos. En un primer momento detectamos dos positivos y un tercero al día siguiente. Están todos aislados y creemos que no va a ir a más.

En otras cárceles se notificaron brotes hace meses. ¿Cuál cree que fue la clave para evitar contagios durante el momento álgido de la pandemia? 
Nos movimos muy rápido a la hora de habilitar un módulo de aislamiento, pero creo que lo más importante fue suspender los permisos y comunicaciones antes de que se declarase el estado de alarma. Había muchos casos en el País Vasco y nos autorizaron a tomar medidas el día 11 de marzo.

Parece evidente que, a partir de ahora, sin tanta restricción, va a ser más difícil evitar que haya positivos. ¿Cómo van a luchar contra ello?
Igual que en la calle. Estamos funcionando con las medidas preventivas habituales: mascarillas, distanciamiento social, higiene… Además, tenemos establecidos turnos para el gimnasio, la cocina y para el resto de actividades. Ante la más mínima sospecha vamos a funcionar como hace unos días, rastrearemos los casos y les someteremos a test. En caso de que haya algún positivo, lo aislaremos en el la unidad de preventivos. Si la situación se complica, tendremos que hacer un confinamiento específico de algún módulo, como ha sucedido en otros centros.

¿De qué manera cree que afectará la crisis derivada del coronavirus a la prisión? ¿Se enquistarán los problemas de personal?
Se acaban de incorporar 15 funcionarios de interior en prácticas. Es la plantilla que tiene más déficit. Si hay incapacidad temporal por la covid-19 o jubilaciones, nos va a complicar mucho y tendremos que jugar con todas esas variables.

¿Cuánto falta para cubrir el total de la plantilla?
En torno a unos 60 trabajadores. Esto supone un 25% de merma.

¿Hay prevista alguna convocatoria a corto plazo?
No, las 15 personas que se acaban de incorporar vienen de la última oferta de empleo público y, por el momento, no está previsto que haya más.

Hay dos empresas que tienen plantas en el mismo centro penitenciario y que dan empleo a algunos internos. ¿Se han visto afectados por los ERTE derivados de la bajada de producción?
En el momento inicial de la pandemia se suspendió la entrada de las compañías externas y también a los talleres. Después se reanudó con normalidad y no se ha visto afectado el trabajo por la pandemia.

¿Teme que una más que probable recesión repercuta en la inserción laboral de los presos?
Los cursos de formación para favorecer la entrada en el mundo del trabajo que imparte la entidad colaboradora de Instituciones Penitenciarias estuvieron suspendidos, pero ya se han retomado. No tiene por qué afectar.

Varios funcionarios se quejaron de la peligrosidad de la unidad de presos conflictivos, creada por la anterior dirección. ¿Va a haber una reorganización del centro?
Esta prisión, a diferencia de otras más modernas, tiene una estructura arquitectónica especial. Hay un patio general y dos departamentos: la unidad radial que comentas y otro departamento pequeño con sus propias dependencias. La infraestructura no permite muchas posibilidades. Por eso queremos convertirnos en un centro tratamental, que los internos que lleguen se comprometan a trabajar con las problemáticas que les han traído aquí.

¿Pero eso no se estaba haciendo hasta ahora?
Sí, pero queremos potenciarlo aún más. Instituciones Penitenciarias ya aprobó que el patio central se convirtiera en un módulo de respeto, pero queremos darle una vuelta de tuerca más. Pretendemos que los condenados que vengan a Burgos asuman la organización que tenemos. Si no aceptan esas dinámicas, primero irán a la unidad celular, pero ahí se acaba su recorrido si mantienen su actitud y terminarán trasladados a otro centro.

¿Cuál es el perfil mayoritario de los presos?
Todos están clasificados en segundo grado de tratamiento, por lo que no hay personas muy conflictivas. La mayoría son de Burgos o comunidades aledañas, como el País Vasco. El 32% de la población es extranjera. Y en cuanto a la tipología delictiva, lo que más hay son internos con penas por hurtos, robos, violencia de género y contra la seguridad vial.

¿Han aumentado los condenados a prisión por delitos machistas o sexuales en los últimos años?
Sí, ha habido un crecimiento. Especialmente los quebrantamientos de condena. También es cierto que muchos llegan de otras penitenciarías para participar en los programas que tenemos aquí.

¿Cómo están respondiendo a esos programas? 
Son actividades reeducativas, que buscan terminar con actitudes equivocadas en materia de género. Hay módulos que animan a empatizar con la víctima. Todas están teniendo un alto grado de efectividad porque los niveles de reincidencia son mínimos.

Actualmente hay tres internos de ETA. Ahora que se está hablando de acercamiento, ¿habrá más presos de la banda terrorista?
La competencia para distribuir los internos corresponde a Instituciones Penitenciarias. Ahora mismo no tenemos noticias de que vayan a llegar más presos.

El centro de Burgos es pionero a la hora de incorporar la Unidad Canina para detectar droga. ¿Cómo está funcionando?
Es la joya de la corona. Se ha reducido un 60% la entrada de sustancias en la cárcel y eso ha provocado que desciendan también las sobredosis y que los internos respondan mejor a los tratamientos. El proyecto se está exportando a otras cárceles, como las de León o Dueñas, donde acuden los funcionarios de Burgos cada fin de semana.

Se ha convertido en la primera directora del centro penitenciario. ¿Cuál está siendo el papel de la mujer en los puestos de mando de las prisiones?
En los últimos tiempos ha habido varios nombramientos porque estábamos poco representadas. En los cuerpos de técnicos y juristas ya éramos mayoría. De hecho, el puesto de subdirección de tratamiento, que era el que tenía, está ocupado mayoritariamente por mujeres. Nos faltaba dar ese salto y ya estamos rompiendo el techo de cristal.

¿Cree que la gente conoce cómo es la vida en una penitenciaría?
Hay un desconocimiento general sobre lo que ocurre y lo que somos. Los ciudadanos tienen un concepto de que la cárcel es como en las películas o en las series, donde prevalece lo represivo. Se desconoce mucho el papel de los funcionarios, que todo el mundo piensa que son vigilantes. Tampoco son conscientes la cantidad de profesionales que trabajan aquí.

¿Es posible que tampoco los centros se hayan acercado a la sociedad para dar a conocer su trabajo?
Sin duda, tenemos ese reto por delante. Hemos puesto en marcha el periódico La Voz del Patio, que en cierta manera tiene esa doble función divulgadora y también tratamental para los internos. Está funcionando muy bien y muchos burgaleses se han acercado a nuestra realidad gracias a esta iniciativa. Pero es cierto que aún falta mucho por hacer.