"Para la sociedad, la imagen del Ejército cambió"

GADEA G. UBIERNA / Burgos
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5 años de la pandemia en Burgos | Durante el confinamiento, los militares salieron a la calle junto al resto de cuerpos de seguridad, desinfectaron residencias e hicieron miles de rastreos por teléfono

El sargento Albano López y la sargento primero María Teresa Seoane recuerdan ahora, en la base de Castrillo del Val, cómo cambió su trabajo en la pandemia. - Foto: Patricia

La sargento primero del Regimiento de Ingenieros Número 1 María Teresa Seoane Fandiño tenía una niña «prácticamente recién nacida» cuando empezó la pandemia; una bebé que había sido prematura y había tenido ciertos problemas respiratorios, así que su madre recuerda los inicios de la crisis con cierta angustia personal añadida a la incertidumbre general y al desconocimiento. Pero, aun así y como el resto de sus compañeros, pasó los días siguientes a la entrada en vigor del estado de alarma -del que hoy se cumplen cinco años- en la calle. «Se creó la 'Operación Balmis' y empezamos a hacer patrullas de reconocimiento, de presencia; es decir, patrullábamos para que la gente no saliera y estuviera en casa», dice, matizando que realizaron esta labor «en Burgos, Aranda y, en Soria, en la zona de Pinares».

En total, «hicimos unas 40 patrullas», pero 'Balmis' conllevaba también la desinfección de inmuebles y Seoane se sumó. «Estuvimos en Zamora, en Soria y también en Burgos», recuerda, matizando que «yo fui a algún albergue y a residencias». De este último cometido le ha quedado un recuerdo «triste, sí, porque ver a los ancianos, que eran los más vulnerables y que no podían salir... Pero, a la vez, para nosotros era grato porque sentías que, al menos, los estabas ayudando con la desinfección».

Las ganas de colaborar eran sentimiento generalizado en las Fuerzas Armadas al comienzo de la crisis provocada por el SARS-CoV-2 y, de hecho, el sargento del Regimiento de Artillería de Campaña número 11 Albano López Simón así recuerda los inicios de la pandemia. «Estábamos siempre pendientes del teléfono, por si surgía salida; bien para patrullaje o para apoyo a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, o bien en las desinfecciones. En mi caso, solo patrullaje», dice, antes de especificar que participó en pueblos de la provincia y también de Soria, en colaboración con la Guardia Civil. Y recuerda, para bien, la colaboración de la ciudadanía. «No tuvimos ningún problema, solo con la presencia en ciertos puntos estratégicos que nos indicaba la Guardia Civil solucionabas», explica, antes de añadir que «de hecho, la población civil estaba contenta porque facilitábamos información o, si necesitaban ayuda, se la prestábamos».

La ‘Operación Balmis’ conllevaba patrullaje por las calles.La ‘Operación Balmis’ conllevaba patrullaje por las calles. - Foto: Valdivielso

El rastreo te permitía adelantarte y cortar la transmisión»

En esos tiempos de recorrer pueblos que parecían deshabitados este sargento del RACA 11 se contagió. «No sé cómo, porque íbamos protegidos. Pero pasé de estar por ahí intentando ayudar a estar un mes y medio en la habitación, porque tuve neumonía y lo pasé regular», afirma, puntualizando que «pensaba que por la juventud, no fumar y hacer deporte iba a ser más liviano, pero no podía respirar y hablar a la vez».
A pesar del desconcierto y del temor de la primera oleada de contagios, la peor para Burgos fue, de lejos, la segunda. Y en ese momento, los dos protagonistas de este reportaje participaron en la 'Operación Baluarte': los rastreos por teléfono de contactos de infectados, para evitar la propagación. Seoane empezó en enero del 2021 y estuvo 15 meses dedicada a ello. «La gente colaboraba mucho, agradecía que le dieras información y te sentías útil al explicar cómo debían actuar y poder citarlos para la PCR», cuenta, antes de decir, con orgullo manifiesto que su pelotón consiguió el récord de llamadas: 2.630 en un día. «Era muy proactivo», afirma.

En el caso de López, el rastreo se hacía para Cantabria y de una manera diferente, porque marcaban en un mapa toda la información que recibían por teléfono «y así veíamos la relación y nos podíamos adelantar, porque sabíamos hacia dónde se dirigían. Y funcionaba, porque muchas veces cortábamos la transmisión, conseguíamos romper ese hilo de infección, que era lo importante».

Era muy grato desinfectar en residencias, porque sentías que les estabas ayudando»

Así, ahora que toca recordar, creen que la pandemia benefició al Ejército, porque ese cometido en beneficio de la salud pública cambió la percepción social. «De cara a la sociedad, la pandemia nos benefició porque nuestra imagen cambió. Es que ayudamos muchísimo», dice la sargento primero, mientras el sargento del RACA11 apostilla que «se vio la colaboración de las Fuerzas Armadas y la población civil lo vio como algo beneficioso».

Y justo al final de la pandemia, Seoane se infectó «y sin saber cómo». Pero, con miles de rastreos en su haber, se encerró y, a día de hoy, cree que no contagió a sus hijos.