Algo de visionarios tuvieron los Bomberos de Burgos en marzo del 2020, cuando aprovecharon el día de su patrón, San Juan de Dios, el 8 de marzo, para presentar un cortometraje titulado Nuestros mayores. En plena irrupción de la pandemia por coronavirus -aunque, entonces, en España todavía no se creía tal cosa- en el parque dedicaban un proyecto específico a un colectivo sobre el que el jefe, Miguel Ángel Extremo, consideró que «nuestra sociedad no se puede permitir dejar de lado a aquellos que hace años lo dieron todo por nosotros». Él se refería a la importancia de paliar los efectos de la soledad a edades avanzadas, pero sus palabras, previas a la crisis, podrían haber aludido a todo lo que sucedió después.
Los Bomberos de Burgos, de hecho, «llevamos la coordinación de todas las desinfecciones de la provincia, porque lo planteó y encargó así la Subdelegación del Gobierno», recuerda ahora Extremo, recalcando que eso incluía a las residencias de ancianos: «Íbamos antes, para hacer un plan. Y te equipabas de arriba a abajo, para no meter nada, porque era un colectivo muy vulnerable». Y esa labor, admite, era triste. ¿Se cruzaban o hablaban alguna vez con los residentes? «Con alguno sí teníamos algo de contacto, pero tú mismo intentabas que fuera mínimo, porque moría mucha gente», explica Extremo, matizando que, al mismo tiempo, «ellos estaban muy agradecidos, se volcaban con nosotros. Y, sobre todo, los directores de las residencias; estaban encantados de que fuéramos. Pero, de repente, se detectaban 20 contagios y otra vez a desinfectar».
Si hay un olor que remita a la pandemia en el parque de Burgos es el de la lejía. «Estuvimos meses con las desinfecciones; hasta que se abrió un poco todo. Y en el triaje del hospital, hasta que se dejó de hacer. Asumimos cientos de desinfecciones: en las residencias, en los centros de salud, en el hospital, en los mercados de abastos...», dice Extremo, mientras el también bombero Raúl Sáez apunta que, cuando terminaban con esa función, tenían que desinfectarse a sí mismos: «Dos compañeros bajaban para desinfectarte a ti... Yo no sé la lejía que pudimos gastar».
Los bomberos, en una de sus muchas intervenciones en viviendas entonces. - Foto: Alberto RodrigoPara Sáez, la palabra que define la época es «estresante». Y se explica: «Es que vienes a trabajar y llegas contento, pero es que entonces llegabas ya estresado, porque no sabías lo que te ibas a encontrar. Y luego, volvías a tu casa».
Hicimos muchas aperturas de domicilio, por fallecimientos y por preocupación de familiares»
La rutina de los bomberos cambió por completo y no tanto por su cometido habitual, como por la dinámica. «Nosotros pasamos mucho tiempo juntos, convivimos y en la pandemia estábamos casi aislados. Las prácticas se rescindieron para no tener contacto y solo coincidíamos cuando íbamos en los vehículos. Y nos movíamos en dos, para ir separados, con mascarillas todo el tiempo, con el EPI (equipo de protección individual) de fuego y el otro...», apunta Sáez.
El trabajo convencional de los bomberos «bajó algo», porque la industria estaba parada y, al no haber actividad y estar prohibidos los desplazamientos, tampoco había accidentes. «Pero, con toda la gente en casa, subimos en otro tipo de intervenciones», señala Extremo, antes de aclarar que «hicimos muchas aperturas de domicilio, por mucha gente fallecida y necesidad de que entraran los sanitarios o, también, por mucha gente preocupada porque llamaba a un familiar y, si no contestaba, nos llamaban a nosotros... Sobre todo, con gente mayor. Te pones a recordarlo y... Fue muy dura la pandemia».
Sin embargo, Extremo afirma que también permitió «ver el lado bueno de la gente». Y, al igual que los demás participantes en este especial, los bomberos destacan «la solidaridad con todos los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y los sanitarios. Fuimos como uno solo, daba igual el uniforme». Y, luego, consideran que la gente «agradecía nuestro trabajo, nuestro servicio». En contrapartida, ellos organizaron un concurso de pintura para colegios que «completó el Virgen de la Rosa» y colaboraron con el montaje de pantallas protectoras frente a potenciales contagios. «Todo lo que pudimos, lo hicimos», señalan. Y todo ello, extremando precauciones para no enfermar tampoco ellos. «Fue estresante», reiteran.