A principios de siglo, el empresario burgalés Luis Carcedo Ojeda, cabeza visible del emblemático Grupo Ojeda, se hizo con la propiedad del Palacio de los Barahona. Esta imponente mansión noble de piedra, ubicado en Villaverde Mogina y cuyos orígenes se remontan a 1592 y a la familia de los Varona o Barahona, experimentó una rehabilitación en profundidad en 2011 con el objetivo de reconvertir su interior en un hotel restaurante rural de lujo.
Sin embargo la crisis de 2008 y posteriormente el estallido de la pandemia de covid-19 han relegado a un segundo plano este proyecto dentro de la compañía familiar. De este modo, tal y como confirman desde el propio Grupo Ojeda, el inmueble ha sido puesto a la venta aunque «sin urgencia» por desprenderse de él. Cabe recordar que hace algo más de una década la firma invirtió en una obra de consolidación muy importante que mantiene en un estado prácticamente perfecto tanto las paredes como el tejado. La intención de sus propietarios era actuar en varias fases para transformar esta finca, que incluye 15.000 metros cuadrados de terreno en la parte trasera, en un establecimiento de lujo a apenas 40 kilómetros de la capital.
La idea inicial pasaba por acondicionarla como finca como jardín para celebraciones como bodas, bautizos o todo tipo de acontecimientos familiares. En un paso más ambicioso se quería rehabilitar el interior del inmueble para ubicar, en la planta baja y en distintas alas las cocinas, almacenes, servicios y salones para los eventos. En el primer piso se proyectaron 14 habitaciones con baño. Para tal fin se limpió la piedra del exterior y recuperaron todo tipo de elementos ornamentales que se encontraban seriamente dañados. Incluso se llegaron a construir nuevas gárgolas para sustituir a las desaparecidas.
En 2011 arrancó la reforma de este palacio señorial que data de hace más de 430 años. En sus orígenes fue el epicentro del mayorazgo de la familia Barona. Ha pasado por multitud de manos
Además se recuperó la campana de la espadaña, se renovó la carpintería a excepción de la puerta de entrada principal. Sin embargo esa idea parece ahora haberse desvanecido a la vista de que Grupo Ojeda ha puesto a la venta el palacio.
Insisten desde la propiedad en que su salida al mercado no significa una renuncia final a acometer en un futuro la reforma, aunque admiten que en estos momentos no entra dentro de sus planes y que si hubiera algún interesado que cumple con lo exigido se podría valorar su traspaso. Durante la rehabilitación de 2011 ya advertían de que las expectativas económicas deberían mejorar para poder poner en marcha el proyecto en todo su esplendor.
La noticia, que no por esperada, ha caído como un jarro de agua fría entre los vecinos de Villaverde Mogina. Este pequeño pueblo a escasos 40 kilómetros de Burgos había visto en la reconversión de su majestuoso palacio una oportunidad de oro para atraer vecinos, generar empleo y tratar de sacar del olvido a la localidad. Sin embargo, reconocen que se trata de una obra muy elevada y que, vistos los tiempos que corren, es muy complejo llevarla a cabo.
15.000 metros cuadrados incluye la finca, además del palacio en forma de terreno en su parte trasera. El establecimiento pretendía acoger bodas, bautizos, celebraciones o cualquier tipo de reunión a nivel empresarial o social. También consta de espacio para ubicar al menos 14 habitaciones para huéspedes
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Historia. Hace más de 430 años, Don Pedro Barona fundó un mayorazgo para su hijo y situó en el epicentro del mismo la casa palacio de Villaverde Mogina. Desde su fundación fue el orgullo para los habitantes de este municipio, eminentemente agrícola y ganadero. Con forma de U tiene dos cuerpos principales, ambos unidos por un ala central, en los que destacan sus puntiagudos pináculos y los grandes escudos familiares en piedra. Uno de los frentes tiene un original relieve con dos monjes que parecen copiar libros.
Con respecto a su uso, hasta mediados del siglo pasado estuvo habitada por los herederos de Don Pedro Barona. El último de la saga la donó al Arzobispado al morir sin descendencia alguna, por lo que empezó a ser alquilada de manera puntual a familias del pueblo. Años después se vendió por 800.000 pesetas a unos pintores americanos que volvieron a enajenarla a Lucien Engelmajer, fundador de la Fundación Patriarca. Esta entidad convirtió el inmueble en un centro terapéutico y de desintoxicación de drogodependientes. Cerca de un centenar de personas llegaron a convivir dentro. Tras funcionar durante unos 15 años, el Grupo Ojeda lo adquirió a principios del nuevo milenio e inició su restauración, parada desde hace más de una década.