Tienen estilos diferentes, una paleta de colores que no coincide, versiones de la ciudad desde el bullicio y la quietud, con presencia humana y sin ella, y mientras uno tira de materia como elemento estético el otro prácticamente prescinde de la pintura. Aun así la obra de Ismael Ali de Unzaga y Rafael Mediavilla tiene más cosas en común que divergencias: «A nivel teórico funcionamos de manera similar. Ambos hablamos de las percepciones que tenemos de una ciudad en un determinado momento y de su recuerdo. Son evocaciones, lo que queda en la memoria al entornar los ojos», resume Rafael Mediavilla, «maestro» a ojos de Ali de Unzaga.
Con obra reciente, comparten la sala de exposiciones del arco de Santa María (la muestra se inaugura hoy, a las 20 horas) ofreciendo sus singulares visiones de las urbes, desde el ritmo frenético que retrata Ali de Unzaga, el más joven de la pareja, al sosiego que transmite el pincel de Mediavilla.
Entre los dos reúnen en 30 días, 40 ciudades cerca de ochenta cuadros de sus viajes a Nueva York, Roma, Estambul, Hamburgo, Chicago, París, Kioto, Nápoles, Londres... y de manera simbólica, Burgos. Mezcladas sus obras en el recorrido, la idea es deambular por sus cuadros como haríamos por las calles de cualquier trazado urbano.
De la obra que hasta el 10 de diciembre presenta Ali de Unzaga, su compañero y colega Mediavilla encuentra «cierta madurez en una pintura ya sin accesorios». «Es una obra más reposada y profunda. Quizá también porque al compartirla conmigo ha querido controlarlo un poco más».
Sobre los cuadros de Mediavilla, el artista pop destaca la luminosidad de las obras en tonos azules, «con unas luces de ciudad que no suele pintar y que se salen de ese estilo barroco o con al menos esa paleta». «Es verdad que no soy de tonos fríos, tiendo más a los cálidos», replica Mediavilla.
Vistos los cuadros y lo que los autores observan, es probable que el hecho de compartir exposición les haya llevado a acercarse cada uno más al otro, sin abandonar lo que les identifica.
La cercanía es tal que incluso han creado un cuadro entre los dos. No a cuatro manos, porque las agendas se lo han impedido, pero sí una mitad cada uno que en conjunto ofrece una curiosa perspectiva de Sanghai: «Ali de Unzaga lo ha dulcificado más de lo habitual y yo al revés, incluyendo incluso algún color fosforito. Pero lo hemos hecho así, cada uno nuestra mitad, sin hablarlo», confiesa Mediavilla.