La cita es un lunes por la mañana, en un bar por el que se cuela un chorro de luz por la ventana, vacío, y con un café con leche encima de la mesa. La anti estampa de un concierto de rock. Y, sin embargo, el entusiasmo de Javier Dolado y Roberto Ordóñez, mientras en el hilo musical suenan sus canciones, puede trasladar a cualquiera a una noche de viernes, en un bar oscuro, con el público a pie de escenario o de barra con un güisqui en la mano. Esa energía fue determinante para la creación de Plata o Plomo, un grupo de música que completan Chema Gallego e Iván Santamaría (bajo), que demuestra que la ilusión por tocar no tiene edad, que saltar a un escenario por primera vez e interpretar tus propios temas en directo es tan emocionante a los 20 como a los 50 y que acariciar tu primer disco eriza el vello, aunque este ya luzca blanco. E incluso si esas primeras veces no son tales. Porque para Dolado, letrista, guitarra y voz, sí lo son. Pero no para Ordóñez, guitarra en Justfriends y Anakronia, y Gallego, batería en La Vieja Escuela.
La historia de Plata o Plomo se remonta cuatro años atrás. Javier, a la vejez, viruelas, se empeñó en aprender a rasgar la guitarra. Se apuntó a la Escuela Municipal de Música. Y conoció a Chema y Roberto, ambos profesores allí. Antes de que el virus hiciera de las suyas, se atrevió a llevar a clase una canción suya. «Roberto hizo magia con ella y empezó a sonar muy, muy bien». Quedaron para tocar. Llegaron otros temas. Y la pandemia. Aunque a distancia, el trabajo en equipo hizo que surgieran más. Terminó el confinamiento, se juntaron, las interpretaron y se emocionaron con grabar un disco. Se metieron en el estudio de Carlos Anuncibay. Confiesan que sus expectativas eran limitadas. Pero..., ohlalá, alumbraron Plata o Plomo, su ópera prima, con 12 pistas.
Arrancan con una introducción instrumental y, a partir de ahí, un carrusel de emociones. Canciones más luminosas, como Fierce Balloon, que habla de la consecución de un sueño, de acariciar el cielo, Junté, con la esperanza por bandera, o Sweet reconcilation, (en estas dos últimas participa Celia Areso, con su voz de 14 años), a otras más oscuras, como Black horse, con el caballo negro como símbolo de malas noticias, o Run, que se monta en una moto para huir de la realidad. Sentido del humor ácido destilan Tippo, la canción del confinamiento y Eres un idiota. De la necesidad de cambio y de avanzar hacia algo mejor versan Mudo y Driving to the south. La despedida, una declaración de intenciones: Buen viaje, la única con videoclip, con el grupo de teatro de Río Vena y Gonzalo Letona tras la cámara.
Con músicos, álbum y videoclip en el baúl, el siguiente paso será el directo. Cuándo sea. «No somos la típica banda de veinteañeros, tenemos otra ilusión más madura. Nos define la atemporalidad, asociada al momento de edad en el que nos movemos. Si hemos tardado 50 años en sacar un disco, mañana puede haber un directo, pero pueden pasar dos meses o un año», enfatiza Dolado mientras en el bar, frente a la taza ya vacía, suena, y marca el paso del tiempo, Time forget about me.