Un equipo de arqueólogos dirigido por Basilio Osaba excavó en la década de los sesenta la Cueva de los Moros, en Quintanaurria. Dicho yacimiento proporcionó al vasco datos de época del imperio tardorromano (siglos IV y V) con el hallazgo de cerámicas de terra sigillata, fragmentos de vidrio romanos y varios objetos metálicos, como parte de un puñal y una especie de clavos, elementos de hierro que confirmaban dicha cronología tardía. Casi medio siglo después, la arqueóloga Ana Isabel Ortega regresó a la cavidad y por «casualidad» se topó con una pieza muy especial. Lo que aparentaba ser un «envoltorio oxidado» de hierro descontextualizado ha terminado en la vitrina de Nuevos Ingresos del Museo de Burgos. Bajo las capas que retiraron con los métodos más innovadores emergió una hebilla de cinturón de época visigoda.
«Fue una sorpresa encontrar algo así», comenta la investigadora mientras contempla el expositor que custodia el tesoro. El pasado 3 de mayo se cumplieron 8 años desde que Ortega se dejó caer en la gruta con motivo del proyecto de investigación Inventario de las cavidades arqueológicas de la provincia de Burgos, que lideró entre 2016 y 2020, y descubrió una pieza abandonada que «habían cogido de algún sitio y colocado sobre la superficie de un espacio que tras la excavación señalaron que se le dio un posible uso sepulcral», añade. «En un principio pensamos que se trataba de un hierro romano, pero nada más lejos de la realidad», detalla.
Presentaba un avanzado estado de deterioro derivado de la oxidación del material, pero tras un largo proceso de limpieza y restauración en las instalaciones del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) de Burgos, finalmente «identificamos una hebilla de cinturón visigodo que datamos entre los siglos VII y VIII», informa la experta. A falta de la parte de uno de los brazos, la insólita pieza corresponde a un tipo de broche cruciforme con características propias hispanas. Con una decoración damasquinada bien conservada que la hace «muy especial y única en la península ibérica», muestra la cruz en tres dimensiones fabricada en latón con 4 pequeñas esferas de plata.
El uso de la tecnología analítica de la microtomografía computarizada avanzada es una herramienta muy útil para el desarrollo de la arqueología. La técnica permite «obtener reconstrucciones tridimensionales de los objetos al proporcionar una visualización interactiva de gran calidad y utilidad, que posibilita discernir entre los diferentes elementos internos que lo componen, así como evaluar las características del mismo, aportando información valiosa sobre su estado de conservación», explica Ortega.
El ingreso en el centro a finales del pasado año supuso un «importante incremento de colecciones de época visigoda y el único ejemplar que conservamos. Existen otras hebillas de cinturón descubiertos en el yacimiento de La Yecla que corresponden con modelos en forma de placa fabricados en bronce y otros materiales», declara a este periódico el director del Museo de Burgos, Luis Araus, que desconoce si a partir de junio la pieza formará parte de la exposición permanente o se almacenará.
Cueva de los Moros. Las intenciones de Ana Isabel Ortega en la Cueva de los Moros son claras. «La investigación continuará», anuncia con cierta ilusión. Recuerda que hace unos años solicitó permisos para desarrollar un proyecto en la cavidad y estudiar el potencial de la misma, pero la pandemia lo paralizó de raíz. Ahora pretende retomarlo con un equipo de arqueólogos cántabros capitaneado por Enrique Gutiérrez Cuenca y José Ángel Hierro Gárate, expertos en identificar piezas de época visigoda en cuevas.
El único contacto que mantuvo con Quintanaurria fue meramente superficial pero a día de hoy se muestra dispuesta a 'desenterrar' del pasado un lugar que promete regalar muchas ilusiones.