La Semana Santa no se entiende sin sus procesiones, sin la gente agolpada a los lados de una calle para abrir hueco a las distintas figuras sagradas que salen en estos días. Ayer por la noche salió la primera, con un estreno que nos dejó una imagen del Cristo yacente -ubicado habitualmente en la capilla de la Presentación- haciendo un recorrido por algunas céntricas vías de Burgos.

Concretamente salió de la iglesia de Santa Águeda, hizo una parada en el actual Teatro Clunia -antiguo centro penitenciario al que se acercaba la cofradía para realizar el acto del indulto- , pasó por el Arco de San Martín, tomó la calle Fernán González y concluyó enfilando de nuevo la calle de Santa Águeda, donde está la sede de esta cofradía de la Soledad, que en su origen, se apellidaba «de la muerte».

Es por esto precisamente por lo que ayer salieron, envueltos en ese negro imponente vestido de silencio y respeto, con esta imagen de cristo sobre una angarilla de difunto, que es donde antiguamente se llevaba a los muertos. La escultura portada, obra de la escuela de Diego Gil de Siloé, hacía varios siglos que no saboreaba el ambiente de la Semana Santa y la de ayer, aunque un poco temprana, fue una procesión con todos los ingredientes de estos días de Pascua.

Justo antes de que las campanas de muerte se apoderaran de la pesadez del aire, el sonido rotundo de los tambores dio una vuelta por los alrededores de la iglesia Santa Águeda para convocar a la gente.