En menos de tres semanas los vecinos de la ciudad del Ebro, y los forasteros, estarán delante del balcón del Ayuntamiento de Miranda, con los pañuelos alrededor del cuello y cantando a su santo 'verdadero'. En ese instante se abrirá el primer piso de la Casa Consistorial para que aparezca el pregonero, que suele ser un personaje conocido, entrañable y, por supuesto, un mirandés de pro. En las últimas ediciones ese privilegio lo han tenido ilustres entre los que se encuentran el presidente del club de tenis, Fernando Esteve; exdirigentes de la Cofradía como Benito Pobes, Luis Tricio, Susana Sadornil, Vitín Aguirrebeña, José Ramón Urbina y Pablo Vergara; el médico Raúl Tobalina; el artista Esteban Espinosa (Tinte Rosa); o la familia de Benito Pobes. Pero esta vez los sanjuaneros no reconocerán al individuo que aparecerá frente al micrófono, pues murió hace más de 300 años.
Se trata de Juan de Imaña, la última apuesta arriesgada de la junta directiva de la Cofradía de San Juan del Monte. Cuando se anunció, hace poco más de una semana, prácticamente nadie sabía quién era este personaje y las primeras voces conocedoras de la tradición que se atrevieron a hablar sobre él se limitaron a calificarlo como el último ermitaño del que quedó constancia en el monte mirandés. Aunque la cosa no está tan clara, según figura en varios escritos a los que ha tenido acceso Diario de Burgos.
Por ejemplo, en el volumen número XXXVIII de Estudios Mirandeses, titulado Mirandeses Ilustres y publicado por la Fundación Cultural Profesor Cantera Burgos, el historiador Jesús Dulanto Caubilla apunta que Juan de Imaña falleció el 21 de marzo 1700 y que «quizás se pueda considerar como el último o uno de los últimos ermitaños que estuvo al cuidado de la ermita, ya que cuando tan solo han pasado unos veinte años, la mencionada ermita se encontraba en ruinas». Este autor dejó la puerta abierta a que el próximo pregonero de las fiestas hubiera tenido relevo en ese templo. Y fue por algo.
Dentro la obra titulada La tercera mano de la Virgen de Altamira, publicada por la Diputación de Burgos en 2019, este autor insiste en la fecha de la muerte de Juan de Imaña, aunque no va más allá sobre su relevo en la ermita. No obstante, buceando en los documentos que narran la historia de la ciudad se puede hallar el Boletín del Instituto Municipal de Historia de mayo de 1986, un ejemplar dedicado a las fiestas de San Juan del Monte, en el que se expone que allá por 1.699 el ermitaño no era el pregonero escogido por la Cofradía, sino Juan de Treviño, un sujeto del que quedó constancia oficial porque el Consistorio le había comprado el hábito por unos 5.700 maravedís.
Con todo, resulta cuando menos complicado que Juan de Imaña fuera el último ermitaño si murió en 1700 y, por entonces, Juan de Temiño ocupaba esa responsabilidad. De una forma u otra, sí se tienen algunas certezas sobre la sorprendente figura que ha escogido la junta directiva de López de Davalillo para anunciar las fiestas. En la publicación de la Fundación Cantera figura que fue vecino de Miranda y feligrés de la hoy ruinosa iglesia de San Juan Bautista. De hecho, gracias a su participación en los ritos de este templo su nombre quedó grabado en diferentes documentos. Por ejemplo, actuó como testigo en el bautizo de una niña llamada María de Leiva en octubre de 1689 y, un año más tarde, en las celebraciones del nacimiento de Ventura López de Argumedo y Bernardo de Oquendo.
Precisamente, Jesús Dulanto expone en su obra que la mayoría de apariciones del hoy misterioso Juan de Imaña se concentran en esos tiempos. Es más, después del bautizo de Bernardo de Oquendo, el nombre del pregonero desaparece de los registros oficiales. Hasta su muerte. Por eso, el autor asume que, tal vez, fue a principios de la década de 1690 cuando tomó el bastón y subió a cuidar de la ermita. Aunque todo apunta a que tuvo un sucesor: Juan de Treviño.