Se pasó la adolescencia diciendo que quería ser bióloga marina, pero tras la selectividad, cuando había que hacer la matrícula en la Universidad, apostó por la cocina. «Y hace 20 años no era como ahora, que parece que tiene un glamour que yo no comparto, era como, ¿pero vas a hacer eso?, ¿no vas a estudiar otra cosa? Y bueno, hasta hoy». Lo cierto es que Estefanía Alonso siempre tuvo mano en los fogones. No le importaba, es más, le gustaba, preparar unas tortitas de merienda a sus amigas cuando a la mayoría, niñas, les daba pánico encender el gas. Pero a ella no, había nacido para convertirse en una reputada chef, aunque todavía no lo sabía.
Más de dos décadas después de aquella decisión, Estefanía Alonso acaba de finalizar hace unas semanas la grabación de la noventa temporada (para ella la octava) de Pesadilla en la cocina, donde es la mano derecha de Alberto Chicote preparando las nuevas cartas que ofrecen los restaurantes. «Es una asesoría muy rápida, se hace todo en una semana. Confeccionamos los menús en función de las posibilidades del local, del personal...», relata Estefanía, que a veces aparece en plano echando una mano a los cocineros del restaurante protagonista para que ese primer servicio tras la reforma y los consejos dados a los dueños salga adelante.
La Escuela de Hostelería de Leioa, en Vizcaya, fue donde comenzó su formación académica, «allí se aprendía, pero también había que dar de comer a 400 personas cada día», recuerda de aquella época de estudiante, que enseguida compaginó con prácticas en algunas de las cocinas más importantes del país. «Durante los veranos estuve en el Landa, un templo de la gastronomía tradicional de mi tierra por el que un cocinero tiene que pasar sí o sí», relata la chef de Pinilla de los Barruecos, que ha aprendido al lado de los mejores.
Por citar algunos ejemplos, hizo prácticas con Martín Berasategui en uno de sus restaurantes con estrella Michelín, por entonces ubicado en el Palacio Euskalduna de Bilbao, y se formó como repostera con los hermanos Roca, en Gerona. Tras un paso por Barcelona, se asentó en Madrid y recaló en El Chaflán, del chef Juan Pablo Felipe, amigo de Darío Barrio, ya famoso por participar en el programa de televisión Todos contra el chef, y también de Alberto Chicote, conocido por ser el pionero en hacer lo que todo el mundo conoce hoy en día como cocina fusión.
Estefanía se quedó prendada de Chicote cuando probó su tomate seco. «¿Quién ha hecho esto? Quiero trabajar con él», dijo cuando lo comió después de un menú a tres manos que prepararon los chefs amigos. Mientras trabajaba en restaurantes conocidos de Madrid, donde siguió especializándose en repostería, empezó a hacer eventos con Darío Barrio, pero quería algo más, así que se marchó a Marbella para hacer un Máster de Organización y Eventos. «Empecé a hacer asesorías para Lizarrán y a ser la supervisora de la apertura en otros países, como Marruecos o Japón». Y así llegó la llamada de la productora Warner Bros. Necesitaban una cocinera para la segunda temporada de Pesadilla en la cocina y pensaron en ella.
Tras su primera temporada junto a Chicote surgieron más proyectos. Estuvo en el equipo gastronómico de Top Chef durante cuatro campañas, grabó Cocina al punto con Peña y Tamara, el programa de repostería Bake Off o Real Mum, con recetas para niños. También he trabajado para series y en anuncios para diferentes marcas como Bra, Taurus, Coca Cola o Just Eat.
Eventos multitudinarios. Asegura que ha dado muchas vueltas, que ha saltado de un trabajo a otro y que ha compaginado proyectos. A uno de ellos lo califica como «la cosa más rara que he hecho» y tiene que ver con los alimentos kosher, que se tienen que preparar de acuerdo a las normas de la religión judía. «Lo importante no es saber cocinar, sino sus leyes. No se pueden mezclar ciertos alimentos, hay que usar cocinas diferentes, según que día de la semana se puede usar electricidad o no...», relata Estefanía, toda una experta en organizar eventos multitudinarios siguiendo la tradición judía.
Recientemente acaba de incorporarse como chef corporativa a un grupo de hostelería. «Tienen proyección de abrir muchos restaurantes, algunos en ciudades como Doha o Miami», cuenta la cocinera, que entre eventos, grabaciones y asesorías siempre tiene un lugar al que volver (y seguir trabajando), las dos casas rurales, Chanín I y II, que junto a sus hermanos, Itziar y Juanjo, regenta en Pinilla de los Barruecos.
Sus empanadillas de calamares en su tinta con ali oli de humo o sus canelones de pularda con salsa de naranja están para chuparse los dedos. Y a pesar de no parar, de tanto mundo y cocinas recorridas, hay algo que Estefanía aún tiene pendiente. «Un pequeño curso de cocina con las señoras del pueblo. Seguro que hacen los guisos mejor que yo, pero me gustaría enseñarles algún truco, pequeños toques para que puedan innovar».