Es pura pasión por la vida y la naturaleza. Y ha heredado, también, la maravillosa oralidad de aquel gran chamán que fue su padre, Félix Rodríguez de la Fuente, uno de los burgaleses más universales, visionario y pionero divulgador que sembró de conciencia por el mundo natural a varias generaciones de habitantes del planeta que tanto amó. Lleva años dando muestras de que es una de las más dignas herederas del inmenso legado que dejó el inolvidable biólogo de Poza de la Sal, centrando sus esfuerzos divulgativos en el reto que el cambio climático constituye para la Humanidad. Y, con ese espíritu, Odile Rodríguez de la Fuente acaba de publicar en el sello 'Molino' de la casa editora Penguin Random House La historia más fascinante del mundo, una joya bibliográfica preciosamente ilustrada por Rena Ortega. No es un libro cualquiera porque no cuenta una historia cualquiera; narra el viaje más asombroso posible y casi imposible: el que nos lleva el centro, al corazón mismo de nuestra esencia.
«La palabra tiene una fuerza poderosa. La palabra, a través del lenguaje simbólico, es la que nos definió, diferenciándonos del resto de las formas de vida con las que compartimos este planeta. A través de las palabras imaginamos y nos comunicamos, y gracias a ellas hemos conseguido logros tan increíbles como pisar la Luna o emocionarnos con una poesía. Las palabras, a través de las historias, leyendas y cuentos nos explican el pasado y dibujan el futuro. Por eso necesitamos, como el aire que respiramos, que nos cuenten historias desde que somos pequeños. Para disfrutar y sentir conexión, para imaginar y para entendernos. Uno de los primeros recuerdos que tengo de mi infancia es el de mi padre contando historias. Como él mismo llegó a confesar en un programa de radio, yo era una niña insaciable que siempre que podía le atrapaba firmemente con sus manitas para pedirle que me relatara otro de sus maravillosos cuentos», explica la hija pequeña de Félix en la introducción de la obra.
Recuerda Odile Rodríguez de la Fuente Recuerdo la emoción que sentía cuando el burgalés regresaba de alguno de sus viajes «y sacaba de la maleta, como si se tratara de una chistera mágica, esculturas de inuits talladas en huesos de ballena. Asumía una postura y entonación muy particulares y se disponía a contarnos cómo era el pueblo lejano que las había esculpido, cómo vivían sobre el hielo y cómo aún entendían el lenguaje secreto de la naturaleza. El asombro y la curiosidad que me invadían me marcaron e influyeron sin duda en mi fascinación por los misterios del mundo y en mi vocación por compartirlos con los demás». De todo ello nace este libro, tejido por palabras e ilustraciones. «Se trata de nuestra extraordinaria historia común: la historia de nuestro querido planeta Tierra. Desde cómo se formó hace miles de millones de años a cómo emerge y evoluciona el misterioso fenómeno de la vida».
No es extraño que esta obra esté encabezada por una de aquellas frases líricas y magnéticas de Félix: El hombre no es un ovni venido de una lejana galaxia; el hombre es un poema tejido con la niebla del amanecer, con el color de las flores, con el canto de los pájaros, con el aullido del lobo o el rugido del león. «Siempre he tenido inquietud, como fiel hija de mi padre, sobre los orígenes de la Humanidad y sobre el hecho de por qué hay vida en nuestro planeta y no en otro lugar del universo; por qué aparece la conciencia a lo largo de la evolución; cuáles han sido los cambios climáticos que han acontecido a lo largo de la historia del planeta...», explica Rodríguez de la Fuente a este periódico. A todo ello responde a partir de un símil, el de un reloj. «He tratato de comprimir la historia de la Tierra en un reloj de 24 horas. Hablamos de 4.600 millones de años, una cifra inabarcable; con ese símil del reloj, nuestra especie, el homo sapiens, ha aparecido hace cuatro segundos». Por el libro -y ese reloj de historia comprimido- desfilan desde la explosión que dio origen a todo, la nuestra Vía Láctea, hasta la formación del sistema solar, los primeros seres unicelulares, los dinosaurios y todas las eras por las que ha transitado el Planeta Azul.
El libro es para todos los públicos, no sólo para niños. En este sentido, ha seguido la estela de su inolvidable progenitor. «Él fue transversal; no rebajó el lenguaje. Lo hacía tan didáctico que era capaz de llegar a niños, adolescentes, adultos, ancianos... Y yo me propongo lo mismo. Tenemos que plantearnos que este libro sea para todos los públicos a partir de los 7 años». Dice Odile que ha escrito toda la obra inspirada por su padre, siempre tan presente en su vida. «Uno divulga desde el corazón, desde lo que te conmueve, creo que eso es parte del éxito. Creo sinceramente que la nuestra es la historia más fascinante. La historia de la vida, nuestra historia común, que supera con mucho a cualquier ficción.Es algo milagroso que todavía hoy no se explican los científicos, que ni siquiera llegan a un acuerdo en cómo definir la vida.Es algo increíble y superlativo. Y trascendental».
Al tener entre las manos tamaño historión, Odile Rodríguez de la Fuente pensó en su padre, que fue un cuentacuentos fantástico, un orador nato, «un chamán que nos reunía en torno al fuego de sus programas y lo que en realidad hacía era contarnos historias. Creo que los seres humanos estamos hechos de historias».Hay, también, una advertencia en el libro: «Esta historia te hace sentirte pequeño y humilde, porque no somos nada en esa historia de la evolución del planeta.Pero también da vértigo: lo que estamos haciendo, llevando tan poco tiempo en él -con la pérdida de ecosistemas, de biodiversidad, alterando el equilibrio- es un riesgo. Esta historia no nos pertenece exclusivamente. Depende de nosotros el querer continuar aquí y que la conciencia esté al servicio de la vida y no lo contrario.debemos reflexionar sobre ese rumbo que estamos tomando», concluye Rodríguez de la Fuente.