Ir al campo a por setas en otoño se ha convertido para los burgaleses en un ritual tan extendido como el de coger el coche en verano para colonizar las playas cántabras. Azuzados por el ‘boom’ gastronómico en torno a los hongos, quien más quien menos se ha agenciado una cesta y se ha tirado al monte para iniciarse en una afición que tiene una ventaja sobre las demás:al final de la jornada, si la cosa ha ido bien, el estómago agradece el esfuerzo.
Ahora bien, la setas no son cualquier alimento. Quien caza perdices o liebres o quien pesca truchas no corre ningún riesgo cuando arroja estas viandas a la cazuela para comerlas luego. Sin embargo, si el que sale al monte a coger hongos no es un experto micólogo y termina cocinando todo lo que encuentra, lo lógico es que sufra algún tipo de intoxicación. De hecho los envenenamientos por comer especies tóxicas son cada vez más frecuentes.
Durante este mes de octubre los montes de Burgos han sufrido una plaga de seteros, pues este otoño está siendo especialmente fértil para los hongos. Pero hay muchas personas que no saben separar el trigo de la paja ni piden asesoramiento. De ahí que solo en lo que va de mes hayan visitado el Hospital Universitario seis personas por intoxicaciones provocadas por al ingestión de setas venenosas. Eso sí, no ha habido que lamentar ninguna muerte ni ningún caso grave. Todos han acudido a Urgencias se quedaron 12 horas en observación de la Unidad de Toxicología, que dirige el doctor Francisco Callado.
En este mes, el hospital no ha podido determinar qué setas son las que han producido las intoxicaciones, «porque los afectados han confesado que habían ingerido hongos de muchas especies en una misma comida». «Así que ha sido imposible discriminar», afirma del médico. Y es que nadie suele acudir al hospital con una muestra de los ejemplares que han comido, lo cual facilitaría mucho las cosas a los doctores.
Cuando se trata de intoxicaciones leves, no importa tanto, pero cuando el problema es grave, «es mejor saber cuánto antes qué especie ha ingerido el paciente, para ponerle el tratamiento adecuado».
Los síntomas con los que suelen llegar los intoxicados son diarreas, gastroenteritis, vómitos y visión borrosa, en los casos más graves. La mayoría no atribuyen en principio estos efectos a haber ingerido hongos. Es en la entrevista con los doctores, cuando preguntan por la dieta de los últimos días, cuando sale a relucir que las han comido. Después, tras unas pruebas en la Unidad de Toxicología, comprueban que se trata de setas venenosas.
Los médicos recetan los mismos remedios que para una gastroenteritis al uso, reposo, ingestión de líquidos y Primperan -o un médicamente similar- para cortar los vómitos.
Por suerte, en lo que va de año no se ha producido ninguna intoxicación de carácter grave. En otras campañas sí que han pasado por el hospital personas que han ingerido ‘amanita phalloides’, una seta de elevada toxicidad que es la causante de la mayoría de los envenenamientos mortales por hongos en España. Afecta de forma principal al hígado, donde es capaz de producir «una destrucción masiva», apuntan fuentes médicas. Requiere el transplante rápido del hígado, que, de no producirse, puede llegar a producir el fallecimiento del paciente.