No nació para su publicación, pero La Casa Detrás del Arcoíris ya está en las librerías. La mirandesa Silvia García es su autora y cuenta que «surgió al hacer el máster de Sexología y Género». El texto lo creó como trabajo para una asignatura, en el que se les pedía a los alumnos que «valoraran una necesidad que creíamos que existía en la población y que para mí era la falta de una educación sexual infantil», afirma. A partir de esa opinión, surgió este cuento y lo hizo con cierto éxito, «porque se lo envié a algunos amigos y me dijeron si lo podían utilizar en centros de salud o en sus clases», recuerda, al tiempo que la responsable del máster también empujó para que llegara la publicación, porque «en la sexología en la infancia no se puede no educar», opina Silvia.
Por este motivo, con este material pretende desnudar tabús anclados en el tiempo relacionados con la sexualidad, como la masturbación, el conocimiento del cuerpo, la regla o el cómo se hace los bebés, porque Silvia advierte de que en ciertos sectores de la sociedad «se conserva la idea de que si hablas de sexo con un adolescente va a practicarlo o si hablas de homosexualidad con tu hija va a ser lesbiana».
Para alejar esos fantasmas indica que lo mejor es educar y por eso «mi intención era crear una herramienta para utilizar en las casas y en el colegio», detalla la autora, quien remarca que «hay muchas familias y profesorado que tienen mucha intención, pero hay pocos recursos». Debido a esta realidad, alude a los miedos que existen en este campo y para ayudar, ha colocado en su cuento un código Qr «con una guía en la que he incluido vocabulario o formas de introducir ciertos temas o actividades», matiza la mirandesa.
Esas lagunas derivan en ciertas consecuencias en la edad adulta en forma de prejuicios. Las reticencias de ciertos sectores conservadores de meter en las aulas la educación sexual, choca con los riesgos a los que están expuestos los menores, que tienen un acceso rápido a contenidos para adultos. «Ahora hay una exposición de la infancia a la pornografía que es tremenda», lamenta Silvia, quien recuerda que la edad con la que los niños y niñas acceden a estos contenidos de sexo explícito ha bajado «y está en los ocho años», revela.
La autora hace referencia a la coraza que se ponen las familias, «que tienden a pensar que mi hijo no o que seguro que no sabe nada, pero la infancia es súper curiosa y si no encuentra respuestas en casa o en el colegio las va a buscar en otra parte». Ahí entra Internet, donde los riesgos se multiplican, ya que «hay contenido muy machista, misógino y con cuerpos normativos que reflejan una sexualidad poco sana», define, en medio de un contexto «en el que si vas a los institutos ves que los chavales tienen las mismas dudas y estereotipos de siempre». Por eso, apela a la necesidad de crear entornos seguros en los hogares, para que «si algún niño ve algo y no lo entiende, en casa pueda encontrar a su persona de referencia, pero si nunca hablas de sexualidad no lo vas a ser», apunta.
En las antípodas. Silvia vive en las antípodas, en la capital de Nueva Zelanda. Sí que contó con la ilustradora mirandesa Marina Novoa, «que ha hecho un gran trabajo», sostiene, al tiempo que menciona que hay ejemplares disponibles en la librería Estudio. La autora salió de su casa a los 18 años para estudiar enfermería en Pamplona. Tras sacarse la carrera, se mudó a Oxford, en Inglaterra, «donde estuve unos años», aclara. Luego saltó a la otra parte del planeta y trabaja con bebés en un hospital de Wellington. «Lo más raro de vivir aquí es la gran diferencia horaria», reconoce. Además, estaca que «este es un país muy nuevo, en el que las iglesias tienen puertas automáticas, pero en el que destaca sobre todo la naturaleza, que es brutal».