Robos, estafas, intimidaciones o acosos son algunos de los muchos delitos cuya modalidad tradicional es de sobra conocida, pero que cada vez con más frecuencia tienen réplica en ese insondable que es internet. Los delitos cometidos mediante las nuevas tecnologías o cuyo objetivo es un dispositivo propio de las nuevas tecnologías son cada vez más frecuentes, hasta el punto de que fuentes de la Policía Nacional en la capital burgalesa apuntan a que ya suponen el 50% de los asuntos que se denuncian o investigan en la comisaría. En el caso de la Guardia Civil (que asume las denuncias o investigaciones del ámbito rural) también han aumentado, pero no en la misma medida: suponen entre el 15% y el 20% del total. Los más comunes son las estafas y suplantaciones de identidad, y los más graves y preocupantes, los que afectan a los menores: pornografía infantil, el envío de fotografías de niños y adolescentes o el acoso de adultos que se hacen pasar por menores para conseguir un contacto directo y, muchas veces, abusar de ellos.
El incremento y la gravedad de la delincuencia cibernética determinó que en la última década se crearan equipos provinciales específicos para las nuevas tecnologías tanto en la policía como en la Guardia Civil. Y después de una de las muchas charlas informativas que dan periódicamente los miembros de cualquiera de estos grupos, a uno le queda la sensación de que el riesgo de ser víctima de un delito a través de internet es mucho más alto de lo que puede parecer a simple vista. ¿Por qué? Porque son muchas las veces en las que la red se utiliza con menos precaución o con más comodidad de la que se debiera. Algunos ejemplos. Nadie pondría en medio de la calle un cartel con sus datos personales, los nombres de sus amigos o los locales que frecuenta, pero sí se hace en internet. A casi todo el mundo le parecería raro que un desconocido le parara en la calle para comentarle que puede venderle un teléfono (o cualquier otro artículo) último modelo por la mitad de precio que en una tienda convencional o incluso sin cobrarle nada, pero si llega un correo electrónico con la palabra ganga o gratis, son muchos quienes lo abren. Estas son dos situaciones tipo descritas por expertos de la Guardia Civil y de la Policía Nacional, situaciones que pueden acarrear problemas y ante las que en ambos cuerpos dan el mismo consejo: «No hagas en internet lo que no harías en la vida real». Y a esto añaden sentido común y precaución: en caso de duda, mejor preguntar a un experto.
La cautela podría evitar muchas de las suplantaciones de identidad como las del denominado phishing, que suele producirse a través de un correo basura en el que alguien se hace pasar por una persona u organismo determinado para conseguir dinero. El más típico consiste en que llega un correo electrónico cuyo remitente es, en teoría, un banco cualquiera que comunica a su supuesta clientela que debe facilitar las contraseñas de sus cuentas corrientes o tarjetas. Ahí, en caso de duda, lo mejor es llamar al banco en cuestión y preguntar. De lo contrario, se puede estar siendo víctima de un delito. Pero también puede ocurrir con tiendas en apariencia seria. Así que, en caso de recibir un correo electrónico raro es mejor no abrirlo, pero si se hace y se ve que se piden datos personales sin motivo, hay que obviarlo.
Y si alguien recibe una publicidad del tipo que sea en la que le informan de que puede recibir un producto determinado gratis durante un período determinado de tiempo, conviene que se informe bien, porque la supuesta gratuidad puede acabar conviertiéndose en una manera de sacar dinero con mucha facilidad y, en ocasiones, sin infringir la ley. Es lo que ocurre al descargar algunas aplicaciones de juegos que se presentan como gratis, pero en las condiciones de uso -que casi todo el mundo firma sin leer-se indica que pasada una fase determinada, hay que enviar un mensaje de texto con un coste elevado. Y así, llega un día en el que el usuario se encuentra con una factura de consumo que no entiende ni puede explicar y, lo que es peor, ante la que tiene poco que hacer porque lo ha firmado en unas condiciones de uso que no ha leído. Otro caso. Alguien se registra en una página de belleza que está promocionando algún producto y, por lo tanto, ofrece una muestra gratis. El usuario accede y para que le puedan cargar los gastos del envío, facilita su número de cuenta y otros datos. Pasa el tiempo y llega un día en el que se encuentra con que le han enviado y cargado en su cuenta uno o varios artículos que no había pedido. Y si comenzar el proceso con un simple registro en una página web fue facilísimo, salir del embrollo no es tan sencillo.
virus de la policía. Sin embargo, en ocasiones verse involucrado en un problema o en una estafa no es tan fácil de evitar o identificar. Hace varios años que se empezó a alertar a la población del conocido como ‘virus de la policía’, un virus que se instala en el ordenador a través de un correo electrónico ‘basura’ cuyo remitente se presenta como «Policía española» y que puede bloquear el ordenador. La estafa se produce porque se le exige al usuario una cantidad de dinero para, supuestamente, desbloquearle el ordenador, algo que nunca ocurre. Este es uno de los delitos cuya frecuencia va por rachas (el pasado verano hubo un nuevo pico) y que ha evolucionado porque, si antes ‘secuestraba’ el ordenador, ahora ataca a servidores de empresas y encripta datos exigiendo dinero para acabar con el problema. Ante esta situación, los profesionales recomiendan hacer copias de seguridad, pero no en pinchos USB, puesto que esos datos también estarán encriptados en caso de haber sido atacados por el virus.
delitos con menores. Las estafas, robos o suplantaciones de identidad son delitos que pueden ser graves por la cantidad y peridicidad, pero que no preocupan ni ocupan tanto a los expertos como los que implican a menores. Fuentes de la Guardia Civil señalaron que los delitos más graves en los que trabajan en este momento son pornografía infantil, el envío de fotografías de niños y adolescentes desnudos a través de las redes sociales, correo elecrónico o aplicaciones de mensajería instantánea como Whatsapp (el denominado sexting) o el acoso de adultos a menores, cuando intentan contactar con ellos a través de la red haciéndose pasar por un igual, después les piden fotografías y otras cuestiones personales y acaban intentando establecer un contacto directo con malas intenciones (el conocido como grooming).
Fuentes del Equipo de Investigación Tecnológica (dependiente de la Unidad Orgánica de Policía Judicial) de Burgos explican que todos los años tienen que trabajar en dos o tres operaciones relacionadas con la pornografía infantil porque directa o indirectamente, tocaban a la provincia. Es decir, bien porque alguien ubicado en la provincia comenzaba a exhibir imágenes de menores burgaleses desnudos (situación que se ha dado en una ocasión, porque generalmente los niños de las imágenes son extranjeros) o bien porque alguien recibía y compartía un contenido pornográfico en Burgos. En este sentido, los profesionales del equipo explican que las nuevas tecnologías han sido un arma de doble filo: por una parte permiten seguir el rastro de las redes de pederastia y, aunque sea a largo plazo, dar con el origen y esclarecerlo y también han destapado más casos de abusos a menores que antes se ignoraban, pero, por otra, favorecen el intercambio de contenidos pornográficos en los que se implica a los niños. Y, como destacan en la Guardia Civil, si no hubiera demanda ni público, las imágenes no se grabarían.
Y lo mismo ocurre con el citado sexting. Hay jóvenes que reciben un vídeo de contenido erótico o pornográfico en el que participa un menor y, en lugar de dar la voz de alarma, lo comparten sin ser conscientes de que solo con ese gesto ya están cometiendo un delito. De ahí que se dé tanta importancia a la formación en colegios e institutos, para que los menores sean los primeros en detectar una situación de este tipo o un posible caso de acoso y potencial abuso.