La salvaje muerte de una joven enfermera de 27 años por el ataque de unos perros de pastoreo ha conmocionado a la opinión pública y aún más, si cabe, a los pocos pastores tradicionales que todavía quedan en nuestros campos. Lo ocurrido el lunes en el pueblo zamorano de Roales del Pan es un suceso terrible, bajo investigación judicial, que abre muchos interrogantes sobre por qué han actuado de esta manera tan brutal estos canes y las precauciones que hay que adoptar ante ellos, una situación que puede ser de alto riesgo en plena naturaleza.
Aunque cada vez con menos frecuencia, en Burgos todavía es posible toparse con un gran rebaño durante una jornada de ocio, caza o deporte en el campo y tener un encuentro de alta tensión.
De entrada, es importante saber que siempre entre las ovejas o en sus alrededores hay perros cuya misión es estar alerta ante cualquier amenaza externa, ya sea un depredador, un coche, una bicicleta, una persona o grupo de personas o sus mascotas.
«Con los perros tiene que haber siempre un pastor, una persona que sea responsable de los mismos y que reaccione ante la presencia de extraños acercándose al rebaño. Es muy importante tener en cuenta que los perros nunca deben estar solos, nunca deben hacer las funciones del pastor», advierte Leandro Valle, integrante de una saga familiar de pastores del Valle de Valdivielso y apasionado divulgador de esta forma de vida.
Además del profesional, un rebaño necesita siempre del complemento de los canes, cuyas funciones principales son el guiado de cientos de animales por un paisaje a veces muy agreste y su protección ante cualquier amenaza externa. El manejo de las ovejas se realiza con la ayuda de los perros de carea, que van y vienen dirigiéndolas de acuerdo al mandato del ganadero, mientras que la función del mastín, animal de gran tamaño y fuerza, es proteger a una comunidad de la que forma parte y siente como propia de los ataques externos, principalmente, de las manadas de lobos.
Los primeros, los perros de carea, son los más nerviosos y activos por su propia naturaleza e instinto. No paran de correr atendiendo órdenes del pastor, presionando al ganado para que se mueva por donde quiere su amo. «Sin ellos sería imposible manejar mil ovejas a la vez sin desperdigarlas...».
Son esos perros los primeros que se activan al escuchar el motor de un coche o el cierre de sus puertas, la conversación de unos extraños o la irrupción de una mascota por las cercanías de las ovejas, entre otras novedades inesperadas.
Su instinto animal les predispone a rechazar el peligro cueste lo que cueste, en la mayoría de los casos ladrando intensamente al extraño, aunque, como ha demostrado el suceso de Zamora, pueden llegar a atacar al que, por instinto animal, consideran un intruso y una amenaza.
Si hay un ataque físico de los perros de carea, los mastines no tardarán en llegar y ya son palabras mayores. Imposible que un humano desarmado pueda con tal fuerza de la naturaleza. De hecho, su principal enemigo, el lobo, siempre sopesa estas defensas a la hora de atacar, primando a los rebaños más desprotegidos, aunque tengan menos presas.
«Por mi experiencia, ante una alerta en el campo es muy importante controlar primero a los perros de carea. Lo notas rápido: se ponen muy nerviosos cuando algo les altera, empiezan a ladrar e, instintivamente, se ubican lo más cerca posible del rebaño. En este momento, es importante controlarlos y hablarlos con tranquilidad para que entiendan que no hay peligro», explica Leandro, que maneja su millar largo de ovejas por las montañas y páramos de La Mazorra con el apoyo de dos perros de carea (un border collie y un pastor vasco) y cuatro mastines.
Son perros, matiza, criados entre gente desde su nacimiento, para que se acostumbren a la presencia humana, y que aprenden de otros perros líder en el día a día de convivencia con las ovejas. Comen siempre cuando terminan su jornada de trabajo, una vez protegido el rebaño en los corrales, lo que garantiza al pastor que pasarán la noche en el pueblo.
«Es muy importante que el perro esté socializado, que conviva con el pastor y con la gente, que nunca nos vea como un peligro. Dicho esto, hay que tener en cuenta que son animales que dan miedo y que deben desarrollar su función de defensa en el campo conviviendo con los que acuden a disfrutar de la naturaleza».
Recomendaciones. Pero, aunque a veces se olvide, estamos hablando de animales con un instinto de protección muy fuerte.
«Ante una situación de peligro, lo más importante y primordial es que el propio pastor no se ponga nervioso. Nunca hay que gritar en estas circunstancias. Hay que manejar con tranquilidad a los perros, hablarles como se hace habitualmente», recomienda.
A las personas que se sientan puntualmente amenazadas les pide tranquilidad, «aunque sea muy difícil en esos momentos...». «Nunca hay que gritar ni enfrentarte a unos animales que tienen las de ganar, pero tampoco perderles de vista» y siempre acudir al campo con un palo o un bastón, no tanto para utilizarlo como arma, sino como mensaje disuasorio, pues el can entiende esa imagen -la del hombre con palo- como autoridad.
Los coches son los que más alteran los rebaños, por ser un elemento extraño de mayor volumen y además ruidoso. «Es importante parar motores y movimientos antes de bajar», recomienda. Lo mismo ocurre con las bicicletas, ante una situación de alerta hay que detenerse, no intentar correr y actuar con tranquilidad en la medida de las circunstancias.
Mascotas. En su larga experiencia como pastor, Leandro recuerda como especialmente delicada la irrupción de las mascotas y perros de caza en mitad de los rebaños causando estampidas. Es un tema que, a su juicio, debería estar regulado y limitado al igual que se hace con las batidas de caza. Hay que atar a las mascotas ante la presencia de ganado y alejarlas de un escenario que les altera.
La traumática experiencia de Zamora obliga también a profundizar en la convivencia con esta forma de explotación ganadera con los usuarios del campo, senderistas, deportistas y cazadores. Es importante también que la ley considere a los perros pastores como parte de las explotaciones ganaderas y que cuenten con seguros como animales de trabajo, no como mascotas.
«Soy pastor y vivo de las ovejas, pero considero vital que la gente siga yendo al monte, que conviva, respete y disfrute del pastoreo, que está desapareciendo. Me encantaría que la Administración tomase cartas en este asunto y colaborase en la difusión de esta tradición. Yo trabajo con grupos los fines de semana, explico a la gente cómo vivimos y como mi familia ha adoptado una disciplina de trabajo que permite la convivencia de las ovejas con depredadores como el lobo y, por supuesto, con los amantes de la naturaleza».