Alemania se ahoga, Canadá y Siberia se carbonizan... y Jeff Bezos lo ve todo desde el espacio. Una pequeña metáfora de estos tiempos mucho más que líquidos. Los últimos informes advierten por enésima vez de que la cuenta atrás del futuro ambiental sigue descontando plazos mientras nosotros nos damos prisa en recuperar e incluso superar los tiempos de bonanza. Dice Greenpeace que las empresas y los gobiernos siguen con su cínico lavado de imagen verde (greenwashing lo llaman en british). Todo son discursos vacíos sobre sostenibilidad, energías renovables o economía circular. Y hablando de circular, el turismo mundial está como loco porque se abran las puertas y, con o sin pandemia, volver a tomar al asalto el planeta. Aquí también ha habido greenwashing. Que si no hace falta cruzar el Atlántico para ir a una idílica playa cuando las tenemos aquí. Que si en nuestro entorno tenemos todo lo que necesitamos. Que si viva mi pueblo.
Pero, entre ola y ola de la covid, el turismo a gran escala sueña con surfear la realidad y volver a sus mejores tiempos. ¿Me voy de crucero o de safari? ¿Me pongo en la cola de subida al Everest o me voy a una playa de la Micronesia? Un año de abstinencia está poniendo los dientes largos a los grandes viajeros que están deseando volver a la cola de embarque. En 2019, uno de cada diez euros de nuestros bolsillos fue para hacer turismo, que emite el 8% de los gases contaminantes.
Como pasa con la pandemia, cada vez nos acogotan más con la necesidad de ejercer nuestro compromiso personal y no esperar a que ponga todas las normas papá Estado. Antes de volver a apuntarnos a la próxima estampida veraniega, ahí van algunas claves. La proporción que nos corresponde por ocupar un asiento en un vuelo transoceánico es similar a lo que ahorraríamos sin usar nuestro coche durante un año. Y un crucero mediano por el Mediterráneo supone la misma contaminación global que la que sueltan un millón de coches.
Demonizamos a las minas, a las centrales nucleares, pero nadie le pide cuentas ambientales al turismo. Pero al sector también le conviene revisar sus modelos. Salvo que el único ocio seguro que quede en breve sea el la de la ingravidez espacial. Pero dudo que Ryanair nos ofrezca una ruta como la que acaban de hacer Bezos y Richard Branson en plan lowcost.