En apenas unos meses -en marzo de 2024- se celebrará el primer centenario del Ateneo de Burgos. Con ese motivo, un grupo de jóvenes que quiere recuperar la esencia de aquel espacio de cultura y diálogo y que prepara ya un homenaje a aquella institución, ha impulsado un foro heredero de aquel, de nombre Ateneo Burgalés, al que definen como una «reunión de mujeres y hombres libres donde se fomenta el espíritu crítico y se ensalza la razón, la educación, el trabajo y la paciencia». Así puede leerse en una carta abierta a la ciudadanía que este grupo hizo pública el pasado viernes con motivo del nombramiento como socio honorario al investigador del CSIC Carlos Briones, con quien celebraron un encuentro literario y científico en el Instituto López de Mendoza.
El fin principal del Ateneo Burgalés -que lleva ya unos años de actividad- es promocionar la cultura entre la ciudadanía burgalesa, especialmente entre la gente joven con tertulias, coloquios, películas y presentaciones literarias y la revista digital BuCLE (www.revistabucle.com). «En concreto, centrará su mirada, en consonancia con la tradición ateneísta, en la ciencia, la literatura y las bellas artes. Dado que en nuestra ciudad este último campo está magníficamente cubierto por la Academia de Dibujo, el Ateneo Burgalés dirigirá su mirada hacia la fotografía y la cinematografía. Para conseguir dicho fin organizará actividades culturales, apoyará la creación y difundirá la cultura a través de los medios digitales y tradicionales», añade la misiva, que recoge con cariño parte de la historia de los anteriores ateneos -el primero de 1864, fundado por Eduardo Augusto de Bessón; el de 1924; el Ateneo Popular de 1928, y el Ateneo Popular 'Los Otros', que se fundó en 1976, en plena Transición, y a cuya cabeza siempre estuvo el polifacético Virgilio Mazuela.
La primera noticia que se tiene de la institución que pronto soplará cien velas es una nota en estas mismas páginas: «El domingo 9 del actual, a las once y media de la mañana, tendrá lugar una reunión para tratar de la fundación de un Ateneo en Burgos. Se ruega a cuantas personas simpaticen con la idea y quieran prestar su concurso, acudan dicho día al salón de actos de la Excma. Diputación, a la hora indicada. Asimismo, ya que premuras de tiempo impiden hacer invitaciones oficiales a las distintas corporaciones, centros docentes y sociedades, desde estas columnas se hace llegar hasta dichos centros el ruego de asistencia al acto». Este pequeño texto, que se encontraron los lectores de Diario de Burgos en la página central del periódico un día de principios de marzo de 1924, es el pistoletazo de salida de la larga y fructífera vida de uno de los catalizadores más dinámicos de la vida cultural que ha tenido esta ciudad con una apuesta clarísima por el amor a la cultura, la ciencia, el conocimiento y el tranquilo y fructífero debate entre posturas diferenciadas.
Un nutrido grupo de ateneístas posan en Santillana del Mar durante una de las múltiples excursiones que organizaba el Ateneo Popular, que tuvo su sede en Fernán González, 5. - Foto: Photo Club / Archivo MunicipalEl proyecto del Ateneo fue acogido con tanto entusiasmo que a los pocos días de aquel llamamiento, sus promotores ya estaban organizando conferencias y actos que este periódico fue detallando tan prolijamente que no sería una hipérbole decir que se convirtió en una suerte de boletín no oficial de aquella institución. Repasando las páginas de la hemeroteca se pueden encontrar explicadas al dedillo las citas culturales, científicas y lúdicas que a lo largo de esa década y de la mitad de la siguiente animaron la vida social de la ciudad.
La Edad de Plata. Aquella entidad se convirtió enseguida en el alma de la edad de plata en Burgos: de su mano se pudo escuchar en el Teatro Principal a Ramón María del Valle Inclán, que inauguró el curso 1925-25, hacer cursillos de arqueología, escuchar a eruditos biólogos y arqueólogos, formarse en disciplinas como la Física, la Química, la Psicología, tener acceso a los libros de su completa biblioteca, ver algunas de las primeras películas que se pusieron en Burgos, como un documental sobre la tumba de Tutankamón, disfrutar de la música clásica, conocer las ventajas del naturismo (muy propio de la época) o familiarizarse con el esperanto no solo a través de charlas sino con cursos en los que los expertos Benigno de Luna y Carlos Duquesnay enseñaban los intríngulis de este raro idioma universal a todas las personas interesadas.
Uno de los hitos de esos primeros años fue la fiesta por todo lo alto que se preparó para celebrar el éxito del Plus Ultra, el hidroavión que hizo por primera vez un vuelo entre España y Sudamérica, pues todo lo que significara un avance de la ciencia y la tecnología se vinculaba al progreso y era recibido con enorme algarabía. Porque no todo era estudio. También había lugar para el esparcimiento más terrenal que se gestionaba a través de la sección de Fomento y Excursiones de la institución (se organizaban salidas a conocer la geografía provincial). Además de esta sección había otras cuatro: Ciencias, Lenguas y Literatura y Sociología y Pedagogía.
Excursión a Suances del Ateneo Popular en junio de 1930. A la derecha, agachado, Antonio José en bañador. - Foto: Archivo MunicipalAunque la promoción de todo este movimiento cultural venía de la mano de la burguesía de la capital, sus gestores no se olvidaron de las clases obreras y el Ateneo de Burgos -que convivió plácidamente con el Ateneo Popular que nació unos años después vinculado al PSOE, al sindicato UGT y a la Casa del Pueblo- se preocupó de organizar actividades formativas dirigidas a los obreros.
Las Sinsombrero. El primer presidente de la institución fue Manuel Gaitero y pronto se incorporaría a la junta directiva la escritora y periodista Mª Cruz Ebro, que seguramente fue la causa de que en ese santuario de la cultura tuvieran también su espacio las mujeres. Así, de la mano de los ateneístas llegaron a Burgos las voces femeninas que empezaban a pedir su espacio: la rapsoda argentina Berta Sigerman, la pianista Fermina Atarés, la profesora María Castillo, la escritora María Teresa León o la periodista, escritora y diplomática y feminista española de primera hora Isabel Oyarzábal, que pasó varias veces por Burgos y fue presentada con los dos pseudónimos que utilizaba, Beatriz Galindo e Isabel de Palencia. Ambas, León y Oyarzábal se inscriben en el grupo de las denominadas Sinsombrero, las mujeres de la Generación del 27, olvidadas y recuperadas hace apenas una década.
Paralelamente a toda esta explosión cultural, ya se ha dicho, tenía lugar otra parecida pero dirigida a las clases más humildes. En 1928 se pone en marcha en la calle Fernán González, número 5, el Ateneo Popular, que desarrolló numerosas actividades y se caracterizó por sus divertidas excursiones y por tener una nutrida biblioteca que, con el inspector de enseñanza Agustín Díez Pérez a la cabeza (que también fue secretario y presidente de la entidad), hizo por la lectura de los trabajadores lo que la escuela canónica no había conseguido: las cifras de analfabetismo de la ciudad eran por entonces escalofriantes. La institución publicaba un boletín que hizo números especiales como el dedicado al tercer centenario de la muerte de Lope de Vega, efemérides que se celebró también invitando a José Bergamín. Todas aquellas revistas y libros que Díez Pérez cuidó con tanto mimo fueron pasto de las llamas los días posteriores al 18 de julio de 1936 y el maestro y bibliotecario -dos de cuyos hermanos fueron fusilados y se cree que descansan en Estépar- tuvo que exiliarse en Francia no sin antes pasar por el campo de concentración de Gurs. Volvió en 1977 y falleció al poco en Burgos.