El asesino escondió el cuerpo antes de llevarlo al campo

FERNÁN LABAJO / Salinillas de Bureba
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La estranguló con una prenda el domingo, ocultó el cadáver y dejó a su hijo de ocho años sólo en casa para trasladarlo y enterrarlo en un paraje de La Bureba. Confesó tras dar varias versiones diferentes

El cadáver fue enterrado bajo una encina en Salinillas de Bureba. - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Los investigadores pusieron la vitola de sospechoso a Jaime Vélez casi desde el momento en el que pisó la Comisaría para denunciar la desaparición de su expareja, Andrea Bejarano. El relato de los últimos momentos en que la mujer de 34 años había sido vista con vida chirriaba. Y cada vez que le preguntaban, cambiaba una versión que siempre tuvo los cimientos de barro. Finalmente, y tras muchas horas de cuestiones que no explicaba con claridad, terminó reconociendo el asesinato machista. Una confesión que deja entrever una premeditación, especialmente a la hora de ocultar el cadáver. Porque, según contó a la Policía Nacional, tras estrangularla con una prenda de ropa ocultó su cadáver, recogió al hijo que tenían en común de una actividad religiosa, pasó el día con él y por la noche lo dejó solo en casa para deshacerse del cuerpo en un paraje de La Bureba. Hasta allí condujo de madrugada a los agentes que llevan el caso y que siguen practicando pruebas antes de presentar al detenido ante la autoridad judicial.

Según la confesión del presunto homicida, Andrea llegó de trabajar el domingo por la mañana y se reunió con él y con el hijo de ambos, de 8 años, en el domicilio que compartían en el número 18B de la carretera de Poza. Los tres fueron en coche hasta una iglesia para dejar al niño en una actividad y los padres regresaron hacia su casa. En ese trayecto, tal y como ya avanzó ayer este periódico, comenzó una discusión entre ellos.

En el piso continuó la disputa, hasta que, en un momento dado, Jaime Vélez, de 42 años y mecánico militar en la base de Castrillo del Val, mató a la joven estrangulándola con una prenda de ropa. La autopsia determinará qué elemento utilizó para ello. Tras el crimen, envolvió a conciencia el cadáver y lo ocultó. La investigación se centra en concretar si lo hizo en el propio domicilio o si lo bajó hasta el maletero del coche.

Después de matarla, se fue en busca de su hijo y pasó el día con él, según su relato. Por la noche le acostó y se marchó hasta un paraje boscoso de Salinillas de Bureba, a escasos 100 metros de la ermita de Santa Casilda, para enterrarla bajo una encina. Al parecer, según contó a los investigadores, había trabajado tiempo atrás en la zona y la habían visitado juntos. De hecho, puntualizó que a ella le gustaba especialmente.

Una vez que se deshizo del cuerpo, regresó a su casa y estuvo todo el día del lunes sin informar ni a familiares ni a conocidos de la desaparición de Andrea. Hasta por la noche, cuando ya lo puso en conocimiento de la Policía Nacional.

Ni la familia ni, por supuesto, los investigadores vieron muy normal la actitud de Jaime Vélez. Para empezar, sus allegados no entendieron cómo tardó tanto en denunciar la desaparición de Andrea. Pero es que a los efectivos de la Brigada de Policía Judicial tampoco les cuadraba mucho que esta mujer se fuera y dejara un trabajo estable y un hijo sin más explicaciones. Hubo, además, otro detalle curioso que, si bien no fue determinante, sí llamó la atención: el móvil de la joven permanecía en el domicilio.

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