La instrucción judicial sobre la muerte violenta del joven vallisoletano Sergio Delgado el pasado 24 de febrero en la plaza Huerto del Rey cerró esta semana su primer capítulo. La magistrada dictó auto para convertir las diligencias en tribunal del jurado, un trámite procesal a priori habitual, pero que en este caso le da otro sentido a los hechos que se juzgarán. Con este paso, se sacan dos conclusiones claras. La primera es que la jueza considera que el crimen tiene la suficiente envergadura para considerarlo un homicidio y descartar la imprudencia. La segunda, que el autor confeso, J.L.N.I., será juzgado en la Audiencia Provincial por un jurado popular.
Lo que viene a expresar la titular del Juzgado de Instrucción número 3 de Burgos es que en el golpe mortal a Sergio Delgado no hubo una imprudencia, sino que observa un «dolo». Es decir, que a J.L.N.I. al menos se le pudo pasar por la cabeza que con el puñetazo que propinó al hombre de 32 años en la nariz podría haber previsto que posteriormente cayera desplomado y fallecer, según la autopsia, por el golpe en la cabeza.
Y esto lo basa en varias conclusiones pero la más clara tiene que ver con las recientes pruebas testificales practicadas para corroborar que el investigado, de 23 años, practicaba algún tipo de arte marcial. Pues bien, hace unos días declaró ante la magistrada un profesor que le dio clases durante dos años y que aportó algunos detalles tanto sobre la disciplina concreta, el Muay Thai, y sobre cómo se comportaba durante los entrenamientos.
El hecho de que conozca una disciplina deportiva de estas características ya es lo suficientemente relevante como para que el autor entendiese la peligrosidad que suponía propinar un puñetazo y, por tanto, descartar la imprudencia de los actos. Consolida, además, la tesis inicial de la magistrada, que ya en su auto de ingreso en prisión entendía que los hechos estaban más cerca del homicidio.
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