¿Por qué de manera instintiva y sin mayor información decimos que una criatura recién nacida es niña si lleva un pañal rosa y es niño si va de azul? ¿Qué mueve a que ante una pareja que pide en un bar a ella le sirvan el batido de chocolate y a él la cerveza aunque la comanda haya sido al revés? ¿Qué hace que un perfume 'para hombres' nunca sea floral? Son los condicionantes socioculturales y los estereotipos que desde la más tierna infancia se aplican a las personas en función del sexo con el que nacen y que constituyen el género, que hace muy difícil, que no imposible, llegar a la igualdad real.
Estos ejemplos son parte del contenido que un grupo de internos del centro penitenciario de Burgos está aprendiendo en un curso de formación para la igualdad organizado por la propia prisión dentro de las actividades impulsadas por el Departamento de Igualdad que la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias creó en 2021. La veterana asociación La Rueda es la encargada de impartirlo desde el pasado mes de marzo una vez a la semana.
La directora del centro, Elena Ramos, ha mostrado su satisfacción por la buena marcha del curso, que desde su inicio ha tenido una acogida «espectacular», sobre todo teniendo en cuenta que se trata de una actividad voluntaria. Ramos explicó que la idea básica de esta formación es que el alumnado entienda «que el pensamiento no igualitario y patriarcal está muy interiorizado» para después poder desmontarlo: «Es muy interesante comenzar a darse cuenta de que todo el mundo tiene interiorizados muchos gestos machistas y un gran pensamiento desigualitario y predispone a cuestionarse otra serie de cosas como los celos en las relaciones de pareja. La Rueda está haciendo una gran labor educativa y prepara el camino para el programa de tratamiento contra la violencia de género».
Ramos indicó, además, que está profundamente agradecida a la entidad feminista -cuyo trabajo ya conocía hacía tiempo y valoraba hasta el punto de que calificó de «fichaje estrella» estar contando con ellas- «por el cambio de perspectiva que ha introducido ya que su postura siempre ha sido la de trabajar con las víctimas y no con los victimarios, pero en este caso como la actividad es voluntaria en el grupo hay también internos que están condenados por violencia de género aunque ellas han preferido no saber quiénes son».
La presidenta de la asociación y una de las docentes en este curso, Laura Pérez de la Varga, indicó que, efectivamente, han mostrado desde el principio su voluntad de ignorar si alguno de los participantes está en prisión por un delito de violencia de género y que, de hecho, consiguen todas las semanas abstraerse del entorno en el que están y abordar los temas de igualdad «de la misma manera que lo hacemos cuando vamos a la universidad o a un colegio o a un centro cívico».
Pérez de la Varga, que reconoce que la experiencia está siendo muy interesante y que las opiniones que allí reciben también son de mucho interés para ellas -«nos han quitado prejuicios sobre la idea de que pudiéramos estar en un territorio hostil»-, cuenta que están utilizando elementos de la cultura popular para que los alumnos reflexionen sobre cómo el nacer mujer u hombre ha supuesto siempre un hándicap para las primeras, que han tenido que ir superando barreras impensables para los varones y que aún siguen en esa lucha.
Lo que dice la ropa y la música. Canciones bien conocidas por todos que sexualizan a las mujeres y las tratan como a puros objetos, relatos y hasta objetos de la vida cotidiana son elementos que usa La Rueda para explicar conceptos como el género. «A través de ejemplos de la música, la ropa, los colores o libros estamos transmitiendo a los participantes que los estereotipos están muy integrados en todo el mundo y que, precisamente, lo que el feminismo pretende es abolirlo, es decir, que cualquiera, sea hombre o mujer, pueda vestirse del color que quiera, expresar sus sentimientos a su voluntad o elegir cualquier profesión».
Como ejemplo para comprender hasta qué punto están impregnadas las diferencias entre mujeres y hombres han utilizado los sentidos: la vista (el color rosa para niñas y el azul para niños), el olfato (colonias de aromas florales para ellas, amaderados para ellos), el gusto (mucha gente intuye aún que él va a preferir una cerveza y ella un batido de fresa) y el tacto (les ofrecieron el ejemplo de una gamuza y una lija y cómo cada uno de esos elementos están intuitivamente vinculado a un sexo). La respuesta está siendo muy positiva e incluso sorprendente. «Hace poco uno de los participantes me contó que había visto de otra manera la película Fast&Furious donde las mujeres salen sin ropa y su función es únicamente la de dar la salida a las carreras de coches. Que expresen algo así significa que les está llegando el curso».
Pero queda mucho camino por recorrer, sobre todo a la hora de abordar -que se hará próximamente- la violencia sexual y de género. Las expertas van a explicar algo que ya perciben que no va a resultar fácil porque alguna conversación en este sentido ha salido ya en las distintas sesiones: entender que la violencia es la expresión extrema de esa desigualdad que tan bien están comprendiendo en otros ámbitos. «Les explicamos que denunciar la violencia de género y sexual no es criminalizar a los varones por serlo ni afirmar que todas las mujeres son buenas sino que constata una dura realidad existente y propone métodos para cambiarla».
Al principio del curso, hace seis meses, La Rueda quiso hablar a los internos de mujeres relevantes que siempre han estado escondidas y comenzó por Concepción Arenal, la primera visitadora de cárceles de España, y Victoria Kent, directora de Prisiones durante la Segunda República que humanizó el trato a los presos y hasta visitó las obras de la actual cárcel de Burgos. Con sus historias y las de otras crearon un mural que ha estado todo el verano en el patio de la prisión, la misma que incluye la frase de Arenal: «Odia el delito y compadece al delincuente».