Las redes sociales son un punto de encuentro entre la cibercriminalidad y la delincuencia común. Toda la información personal que colgamos tiene un destino desconocido, lo cual favorece a los malos. Siempre al acecho de cualquier descuido, las fotos que publicamos en Facebook o en Instagram pueden dar pistas sobre nuestras costumbres y facilitar, por ejemplo, que nos entren a robar más fácilmente. En fechas en las que mucha gente se marcha de vacaciones, conviene racionalizar las imágenes que se difunden para evitar disgustos.
«A veces nos creemos que una foto del estado del Whatsapp la van a ver nuestros amigos o nuestros padres, pero una vez que está en la red nunca sabes dónde va a ir a parar ni quién la va a conseguir», advierte Antonio Salguero, jefe del Grupo de Delitos Informáticos de la Comisaría Provincial de Burgos, quien se hace eco de un mensaje de la Policía Nacional para estas fechas navideñas. «Es recomendable no dar pistas sobre nuestro paradero. Si nos hemos ido a una playa paradisiaca, espera a colgar una foto cuando ya estés en casa y así evitas que puedan entrarte», expone.
Y es que de nada sirven los famosos candados de Facebook o Instagram, que a priori restringen la visualización de determinados contenidos. En un lista de más de 300 contactos, algunos de los cuales son a veces meros conocidos, el control sobre nuestra privacidad pende de un hilo. «A día de hoy es muy sencillo saber cierta información cotidiana. Si colgamos una foto de lo que vemos por la ventana de nuestra casa, ya damos una pista de dónde vivimos. Lo mismo con los hijos. Difundir una imagen en la que se ve el uniforme permite conocer a qué colegio van. Es preferible evitar todo este tipo de cosas», recomienda Salguero.
La Navidad es una época propicia para estos descuidos en redes sociales y para que los delincuentes estén muy atentos a nuestros movimientos. Por eso, más que nunca, desde la Comisaría Provincial instan a reforzar la seguridad en internet de igual manera que se cierra la puerta con varias vueltas de llave al salir. «Cuanto más racionalicemos nuestras interacciones, más difícil se lo ponemos a los malos», insiste Antonio Salguero.