Antes de cumplir los diez años, ya me había leído La Historia Interminable, de Michael Ende. Fue el primer libro 'de verdad' que recuerdo haber leído. Que vale que era de fantasía, y de corte juvenil, pero era un buen tocho. Lo compraron mis padres en uno de los pedidos que hacían cada cierto tiempo al Círculo de Lectores, y seguramente sería después de que les diera la lata al respecto. Quizá quería saber cómo era posible que dentro de un libro hubiera una historia interminable. El caso es que el libro llegó un día, y al abrirlo me di cuenta de que era algo especial. De entrada, sus letras estaban escritas en dos colores, y ninguno de los dos era el negro que desbordaba todos los demás libros que había leído antes. Era como dos o casi tres veces más ancho que aquellos libros de Los Hollister que hasta poco antes había considerado como el culmen de la Literatura Universal.
De pequeño, los sábados por la mañana, ponían en la tele La Bola de Cristal, uno de tantos extravagantes programas que han criado a los niños de mi generación, junto a El Planeta Imaginario o el Barrio Sésamo de Espinete, el erizo rosa, y Don Pimpón, el nunca supe qué. ¿Un búho? Puede, no sé. Y en La Bola de Cristal ponían de manera machacona una especie de anuncio en el que te decían que los malos no leen, pero los buenos sí. «Si no quieres ser como ellos (los malos), lee», decía una niña pequeña. Y yo le hice caso porque no quería ser como ellos. Y leí. Leí todo lo que cayó en mis manos durante años. Tebeos, novelas baratas, libros que me obligaban en el cole. Infantil, juvenil, adulto. Salté del barco de vapor a Conan Doyle, de Mortadelo al espectacular Spider-Man, de lo agradable a lo inquietante, de mi habitación a la biblioteca pública y vuelta a empezar, lo leía todo. Hasta que un día paré. No sé bien por qué, pero lo dejé pasar. Quizá la rebeldía, quizá la pereza, quizá la tele, quizá las pantallas. Y, sin embargo, seguía acumulando libros en mis baldas, por todas partes, esperándome.
Pues aquí estoy, he vuelto. Quizá sea el comienzo de año, pero he vuelto a leer para ser el bueno, a leer para no ser como los malos. Porque leer es vivir mil vidas que no son las mías cada día.
@VladimirConV