Otro histórico que baja la persiana

B.G.R. / Burgos
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El legendario Mayoral Hijo, en la avenida del Cid, dirá próximamente adiós tras siete décadas en activo y cuatro generaciones en el mundo de la hostelería. Fernando encabeza la última desde 2011

Fernando Mayoral posa ante su establecimiento, sito en la avenida del Cid. - Foto: Alberto Rodrigo

Una barra de madera y mármol, el mismo material que el de las mesas, un suelo de terrazo, cuadros vintage de marcas de cervezas o de los ascensos a Primera División del equipo de la ciudad, bolsas de patatas Eloy Acero y vitrinas donde triunfan capataces, gambas rebozadas y huevos rellenos. Entrar al Bar Mayoral Hijo, en el número 41 de la avenida del Cid, es como volver a un pasado de tabernas castizas en el que el ambiente adereza el pincho o la bebida. Su imagen permanece en la retina de varias generaciones de clientes burgalesas, que pronto se tendrán que conformar con mantener esa visión pero sin poder disfrutarla in situ.

Detrás del mostrador, Fernando Mayoral narra la historia de este emblemático establecimiento al tiempo que explica los motivos de su cierre debido a la «rescisión del contrato de alquiler por parte de la propiedad del edificio». Fueron sus padres los que abrieron el local en 1954, siguiendo así una tradición hostelera marcada por un apellido que estrenó su tatarabuelo con la apertura de una taberna en la localidad de Villalbilla de Burgos.

Mayoral Hijo lo puso su padre en honor de su abuelo, que a su vez regentaba otro bar en la esquina de la calle Progreso con San Pablo. En ese momento, la lonja de la avenida del Cid permanecía cerrada, aunque previamente contó con una frutería y tienda de ultramarinos. Allí comenzó este relato, con bar y restaurante que atendía a clientes de paso por una avenida que presentaba un volumen de tráfico ahora inexistente. Sus recuerdos de niño se remontan a juegos en la despensa junto a sus hermanos, aunque fue el único que decidió tomar el relevo del negocio.

Lo hizo en 2011, ya con el concepto actual de bar de pinchos y después de haber dejado atrás el ámbito de la restauración por la carga de trabajo que suponía para sus progenitores. A lo largo de estos años, Fernando reconoce haber pensado en reformar el establecimiento, pero fueron los propios clientes los que le desanimaron al considerar que perdía esa esencia hostelera que conservan la mayoría de las ciudades, con claros ejemplos en el Madrid antiguo (...).

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