El último maqui reclama un millón

SPC-Agencias
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Joan Busquets emprende la que tal vez sea su batalla final: abrir un proceso para exigir al Estado español una jugosa indemnización a modo de desagravio por haber pasado 20 años en la cárcel en su lucha contra el franquismo

Nacido en Barcelona en 1928, fue un guerrillero que se distinguió por acciones de sabotaje. - Foto: EFE

A sus 96 años, Joan Busquets es el último maqui vivo y recientemente ha presentado una reclamación al Estado para que le indemnice con un millón de euros por ser víctima del franquismo, con más de 20 años de reclusión. «¿Cuánto vale toda una vida destrozada?», se pregunta Busquets (Barcelona, 1928) antes de añadir que le da «mucha importancia a la libertad», y que la elevada indemnización que solicita al Ministerio de Justicia es porque «no sabía qué cantidad poner». «¿Cuánto vale toda una vida destrozada y todo el sufrimiento?», reflexiona.

Representado por el letrado del gabinete jurídico confederal de CGT Raúl Maíllo, el guerrillero presentó el pasado mes de julio la reclamación administrativa ante el Ministerio de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes para ser reconocido como víctima del franquismo e indemnizado con un millón de euros.

El pasado martes, en Barcelona, su abogado explicó que la demanda todavía no ha recibido respuesta, pero aclaró que, en caso de que haya silencio administrativo o una negativa por parte del Estado, comenzarán con la vía judicial.

El maqui fue condenado en 1949 por un tribunal militar en un juicio sumarísimo, junto con otros dos guerrilleros contra la dictadura, a la pena de muerte, aunque en su caso, no así en el de sus compañeros, le fue conmutada por 30 años de cárcel, de los que cumplió 20 y seis días.

Busquets relata que fue su padre quien plantó la semilla libertaria en su corazón, puesto que era miembro de la CNT encargado del colectivo en el que trabajaba y, durante la Guerra Civil, recibió a muchos compañeros en casa.

No fue su única fuente de inspiración, puesto que también «dio pie a su rebeldía» el comportamiento de los franquistas a su llegada a Barcelona.

Aunque comenzó a formarse en el barrio del Clot, no sería hasta que se fue a Francia a trabajar en 1948 cuando entraría en contacto con las Juventudes Libertarias y conocería al también maqui Marcel·lí Massana.

«Entré en contacto Massana y le pedí ingresar en su grupo, porque me parecía que lo que hacía yo no era suficiente y quería enfrentarme con el franquismo cara a cara y hacerle el máximo daño posible», afirma en este sentido.

Detenido por la Brigada Político Social en octubre de 1949, lo llevaron a la comisaría de Via Laietana de Barcelona, donde cayó en manos del comisario Juan Antonio Creix: «Era un torturador, yo sufrí tortura del sueño, es terrible, porque estuve tres semanas así». «La tortura llegó a tal extremo que me daban bofetadas y no me despertaban», recuerda sobre la privación del sueño a la que fue sometido.

Fue juzgado por un tribunal militar en un proceso sumarísimo de urgencia, y aunque fue condenado a muerte, junto con otros dos guerrilleros -fusilados en el campo de la Bota de la capital catalana- en su caso le conmutaron la pena a 30 años de reclusión.

Música para vencer el hambre

Una vez en el penal de San Miguel de los Reyes (Valencia), donde cumplió gran parte de su condena, recuerda el hambre que pasaban los reclusos. De hecho, en la cárcel aprendió a tocar el trombón de pistones para ser músico, puesto que estos contaban en la prisión con «un cazo más de comida», de «aquella porquería» que les daban en la cárcel, donde también vivió episodios duros y un trato denigrante.

Además, explica que los administradores del recinto «robaban lo poco que daban a cada preso», por lo que al final quedaba «casi nada» para comer, y que en San Miguel de los Reyes había una torre donde llevaban a los tuberculosos, sin las condiciones sanitarias adecuadas.

Salió de la cárcel tras 20 años y seis días -no le contabilizaron esa casi semana de más que sumaban los años bisiestos-, y aunque comenzó a trabajar en una editorial en Sant Boi de Llobregat (Barcelona), la Brigada Político Social le hacía «la vida imposible», por lo que tuvo que exiliarse a Francia, donde obtuvo asilo.

El guerrillero antifranquista, que actualmente sigue viviendo en Francia, lamenta el olvido durante décadas en España de las víctimas del franquismo, en especial de los maquis. «Estoy acostumbrado al no reconocimiento, a no reconocimientos por la democracia», ha lamentado. De hecho, califica la Transición como algo «terrible», puesto que solamente se beneficiaron de ella «los vencedores».

Pese a la elevada cuantía que solicita al Estado, el último maqui vivo es contundente: «Yo no vendería mi vida por un millón de euros. Perdí la juventud, no hay dinero que lo pague», zanja con pesar.