Luna llena. Último domingo del mes de agosto de 1936. Juana Josefa Sagardía, de 38 años y con un embarazo muy avanzado, y seis de sus hijos se han visto obligados a abandonar su casa en Gaztelu (Donamaria) por las presiones de sus vecinos. Han decidido refugiarse en el monte, en una chabola donde se recogen las ovejas, ubicada en los denominados Valles Tranquilos de Navarra -enclave de una belleza extraordinaria-, pero su éxodo forzado no es suficiente y una comitiva conformada por la gran mayoría del pueblo decide prender fuego a su nuevo hogar para trasladar bajo amenazas a la mujer y a sus hijos hacia una sima de unos 60 metros de profundidad -lo que equivale a unos 16 pisos- localizada en Legarrea. Allí se escuchan cuatro disparos y algunos gritos y luego el vacío. Jamás se supo nada más de ellos. Algunos hablaban de que se habían ido a Francia, otros de que aquello no era nada más que una leyenda, hasta que en 2016, un grupo de espeleólogos, encabezado por el afamado forense Paco Etxeberria, hallaron un osario perteneciente a los siete miembros de la familia Sagardía Goñi.
El crimen no tiene una vinculación política clara. Juana Josefa levantaba muchas envidias. La temían tanto como la odiaban. De una belleza sin igual, algunos la acusaban de practicar la antigua religión, de no acudir a misa, de hacer sus pócimas... Era considerada una sorgina -bruja en euskera- y este atroz asesinato, le ha servido a Dolores Redondo (San Sebastián, 1969) para «vestir de realidad» a su nueva novela Las que no duermen. NASH, con la que regresa a Elizondo y transporta al lector a ese género único y tan personal como es el mystic noir. «Sabemos que en la guerra hubo muchos crímenes políticos, pero este no casa, no tiene esa explicación. Lo de los niños, que tenían entre 16 y un año y medio, es demasiado escabroso. Ella provenía de la rama pobre de una familia de militares navarros, su marido y su hijo mayor se alistaron en el bando nacional y por los datos que manejo se trataría de la ejecución más reciente de brujería que está documentada en España. Su historia conmueve y me ha inspirado mucho», relata la autora de La Trilogía del Batzán, un fenómeno literario que ha sido traducido a 39 idiomas y del que se han vendido más de 700.000 ejemplares.
Como ella misma confiesa, su nueva novela es un homenaje a las mujeres que no se fueron a dormir cuando las mandaron, un recuerdo a esa inquietud femenina en ese momento de la historia en la que si se despertaban por la noche debían rezar hasta que cayeran de nuevo en los brazos de morfeo para evitar las tentaciones del demonio. «Los hombres podían levantarse, hacer vigilancias, pero la mujer no. Se creía que eran más débiles de espíritu y más vulnerables al maligno. Uno de los símbolos de la brujería es estar despierta durante la noche o tener la luz encendida. Las brujas cocinan de noche, barren de noche, van a los aquelarres de noche... Quedarse quieto en la cama sin poder dormir es algo que atormenta mucho. Cuando uno se siente así hay que darle salida a esa inquietud del espíritu», relata, para criticar que, mientras brujo siempre ha tenido connotaciones positivas como sabio o poderoso, bruja ha estado ligado a lo «peyorativo y mezquino».
Tradiciones ancestrales
Las novelas de Dolores Redondo enganchan, con ese estilo narrativo único, trufado de asesinatos y misticismo, que genera un universo literario de sello propio con personajes oscuros, inundados por sus tormentas internas, y enclaves mágicos, fríos y hostiles, y todo ello hace que cuente con una legión de ávidos seguidores.
La que fuera PremioPlaneta en 2016 con Todo esto te daré reconoce que la sociedad experimenta cierta «fascinación» por los crímenes, porque considera que todo el mundo se siente identificado con ellos, ya que, en su opinión, cualquiera sería capaz de matar si se diera la circunstancia. «En nuestra ley está contemplada la muerte por defensa propia. Social y psicológicamente nos identificamos con aquellos que matan. ¿Yo sería capaz de matar por defender a mis hijos? Yo creo que sí», puntualiza.
La protagonista del nuevo libro de esta ladrona de sueños -como definen a la propia escritora- es la psicóloga forense Nash Elizondo, que tiene una relación sentimental tóxica con un superior, y que, tras viajar hasta los Valles Tranquilos, descubre el cadáver de una joven que desapareció ya hace tres años; Andrea Dancur. A sus páginas, también regresa la inspectora Amaia Elizondo y aparecen las mujeres de Mitxelena, que están al frente de la funeraria y que destaparán las creencias ancestrales de la zona, al mismo tiempo que algunos de sus secretos gastronómicos. «Yo si no hubiera sido escritora me habría encantado ser chef. Hago una sopa de pescado que tardo tres días en elaborar», confiesa, desvelando que son muchos los expertos que la echan una mano a la hora de elaborar la parte más técnica de sus obras, algo que ayuda a dotarlas de mayor credibilidad.
La nueva novela de una de las autoras contemporáneas más importante del panorama literario patrio forma parte de un cuarteto que arrancó con Esperando al diluvio y en cuya próxima entrega ya está trabajando. Para que funcione, aplica la misma fórmula que cuando comenzó a escribir, sustentando esa mística, esas tradiciones ancestrales, en hechos reales, con creencias propias del Valle del Batzán, donde el matriarcado sigue muy presente y todavía hoy cuelgan en sus puertas Eguzkilores secas -flores del sol- con la certidumbre de que protege a sus hogares de brujas y malos espíritus.