El sistema regional de salud, Sacyl, tiene en la provincia de Burgos 23 trabajadoras sociales sanitarias para una población de 358.066 posibles pacientes, según cifras de Atención Primaria. Esto hace que cada profesional ‘toque’ a un poco más de 15.500 usuarios por barba y que provoque problemas como que muchas zonas rurales carezcan de este servicio y que la labor diaria de estas profesionales esté destinada, sobre todo, a atender las urgencias y no a estructurar el trabajo y hacerlo en equipo con el resto de los profesionales que trabajan en hospitales, centros de salud y áreas de salud mental.
Que Burgos tenga únicamente 23 trabajadoras sociales sanitarias es «absolutamente insuficiente» en palabras de Teresa Torres, delegada en Castilla y León de la Asociación Española de Trabajo Social y Salud: «Existe un déficit muy importante que se podría solucionar creando más plazas pero lo que está ocurriendo, debido a la crisis, es que ni se cubren las de las personas que se van jubilando porque esas son plazas que se amortizan».
La falta de personal pero también el desconocimiento por parte de la población de esta figura hace que las trabajadoras sociales sanitarias se centren en la actividad asistencial sobre todo con las personas mayores y enfermos crónicos y se deje un poco más apartada la prevención. «Para muchas personas somos las ‘conseguidoras’ de ayudas y de recursos o aquellas profesionales que ‘arreglan’ los papeles para acceder a una silla de ruedas o a una residencia de ancianos».
Por eso, este colectivo se quiere reivindicar ya que considera que su papel es fundamental en la sanidad. Su labor consiste en hacer una valoración y un diagnóstico de los condicionantes sociales vinculados a la enfermedad. «Se trata de vigilar qué repercusiones familiares, sociales y personales tiene una enfermedad y trabajar en consecuencia», afirma Teresa Torres, que mañana participará en la III Jornada de Trabajo Social Sanitario en Castilla y León, que se celebra en Valladolid.
«Nosotros no somos psicólogos y, de hecho, cuando detectamos que puede haber alguna patología en el usuario lo derivamos a los profesionales adecuados pero acompañamos, orientamos y ayudamos a recomponerse a las personas abrumadas por una situación de enfermedad y a que cada miembro de la familia reconstruya su rol tras un diagnóstico que, en muchas ocasiones cae como un mazazo», añade.
Una buena parte de su labor tiene que ver con las cuidadoras de enfermos crónicos, que son mujeres y muchas de ellas, de edad avanzada: «Intentamos que se cuiden para que puedan hacer mejor su labor».