A sus 85 años el confinamiento le pilla sin necesidad de cambiar en exceso sus rutinas salvo por los pequeños paseos que de momento no se puede dar. Lo que más le gusta a Antolín Iglesias Páramo es leer y escribir en soledad y, aunque lleva publicando libros desde hace cerca de cincuenta años, a trabajar en su escritorio ha dedicado casi todo su tiempo desde que se jubiló. Aún así el coronavirus ha trastocado un poco su vida como para reducir sus salidas para hacer la compra o denegarse la promoción de su último libro: «De salud estoy bien. Sigo yendo a comprar porque me da vergüenza arriesgar a otra persona que esté sana cuando en mi caso, si me toca, ya he vivido», señala mientras reconoce que lo que publica a estas alturas lo hace a modo de testamento vital, un legado literario para los lectores.
El libro que nos ocupa se llama Fe de vida (editorial Monte Carmelo) y lo define como una antología de su poesía religiosa, un tema que por otro lado solo representa el 10% de su producción. «Dámaso Alonso decía que toda la poesía era religiosa. Yde alguna manera así lo siento, pero con matices. Mi obra poética es en general filosófica y metafísica, teniendo en cuenta que persigo la búsqueda de sentido y eso, en general, puede incluir una connotación religiosa como pregunta o atmósfera. Yo soy cristiano y todas mis reflexiones, mis dudas, interrogantes, cavilaciones y negaciones abarcan el mundo como yo lo veo», subraya.
En ese compendio que alberga «diversos temas, tonos, estados mentales y la propia evolución de la persona» hay poemas desde 1975, cuando obtuvo el accésit del Premio Adonáis por Afueras del Edén -como el que se titula Volver a empezar y que acompaña a estas líneas-, hasta la actualidad, con un poema escrito el pasado mes de septiembre, al cumplir los 85.
Entre rimas y estilos diferentes destaca el soneto, una construcción poética a la que Antolín Iglesias le tiene un cariño especial:«Julio Cortázar lo definía como un complicado mecanismo de relojería que pocas veces da la hora de la poesía. Técnicamente los sonetos son dificilísimos y en ellos hay menos de inspiración pero mucho de reflexión. Tiene que gustarte ahondar en las cosas y en pocos versos incluir mucho contenido. A mí, reconozco, me parece muy interesante y en sonetos escribí entero el libro La realidad inverosímil, por ejemplo». «Un buen soneto -insiste- es un buen soneto.Creo que incluso quienes lo desprecian, lo reconocen», afirma.