Una hora de magia y nueve amigos elegantes

I.M.L. / Aranda de Duero
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Shuarma y sus Elefantes desplegaron su pop limpio y sus letras cargadas de poesía, ayudados por un abanico de grandes voces que enloqueció a los sonorámicos en un concierto de esos que hacen que cada visita a Aranda y al festival sea algo inolvidable

El concierto especial de Elefantes, y amigos, estuvo plagado de gestos y miradas de complicidad, como los de María Rozalén y Shuarma al final del repertorio coral. - Foto: Valdivielso

Los que ayer no estuvieron en el recinto de Sonorama Ribera a eso de las 22:15 horas, se perdieron algo irrepetible. Un fondo negro, elegante como ellos, sostenía las letras blancas de los de Shuarma. Elefantes volvía a subirse al escenario del festival arandino, ante un público algo más veterano, porque los que son capaces de paladear sus letras han madurado con ellos. Para enganchar a los jóvenes, se rodearon de otras voces a modo de repaso de la evolución del indie y el pop patrio, sin olvidar a los grupos emergentes.

Antes de saludar, y desear que «ojalá os hagamos pasar una buena noche y vosotros a nosotros», Shuarma aludió al Mañana para arrancar su repertorio de diez clásicos ya eternos. A partir de ahí, fueron pasando por el escenario «un montón de amigos a los que queremos muchísimo», confesó Shuarma ante la expectación del respetable por saber quién sería la primera voz que saldría de la chistera mágica en la que se había transmutado el escenario. Fue Gabriel de la Rosa, de Shinova, que afrontó el lujo de repetir Cada vez, en esta ocasión con todos los Elefantes, ya que este tema fue al que puso voz en el concierto especial del 20 aniversario de Sonorama Ribera.

La gran complicidad que desplegaron ambos vocalistas sobre el escenario no desapareció al ocupar el lugar de Gabriel quien Shuarma presentó como «una fuente de inspiración»: Noni de Lory Meyers. Toda la letra de Que yo no lo sabía se la cantaron el uno al otro, entre abrazos y muestras de complicidad. «Son un cacho de grupo de toda la vida», jaleó Noni al acabar su participación en lo que estaba siendo un despliegue de amistad y talento.

Sin olvidar sus inicios en el mundo de la música, Elefantes quisieron dar cabida a la nueva hornada de músicos, invitando a Sandra de Merino a interpretar con ellos Duele, una balada de ruptura, en la que ella pudo demostrar que su voz va a dar mucho que hablar. Para romper un poco la tónica que había tomado el repertorio, Rafa y Alberto de Viva Suecia irrumpieron en el escenario para «hacer un poco de ruido», como animó el vocalista de los murcianos, haciendo que todo el mundo se viniese arriba con Somos nubes.

Y ahí dejaron al público, en las nubes, de donde no se bajó nadie hasta que acabó la hora de magia. Porque sobre el escenario de Sonorama Ribera pasan cosas que no suceden en otros festivales. Para interpretar Azul, el primer invitado se encargó de la intro, pero no la cantó, la recitó. ¡Un poeta, un rapsoda en medio de un concierto en un festival de música! Pues si, Benjamín Prado le puso voz y alma a la letra, incluso tuneando para la ocasión un verso: «Volarás cuando oigas tocar a Elefantes en Sonorama». Y el público siguió volando en las nubes, porque el tema Azul dio pie a una preciosa conjunción entre Shuarma y Alberttynni, guitarrista de Izal, ahora en sus inicios de su carrera en solitario.

Por si alguien aún no tenía los pelos de punta, a tres canciones del final apareció Alberto Jiménez, de Miss Cafeína, de riguroso negro para no romper la elegancia de la puesta en escena, y juntos pusieron voz y alma a la inmortal composición de Perales, Te quiero, que Alberto ya había versionado en un trabajo anterior. Su lugar en el escenario lo ocupó alguien muy querido en la Ribera, que había estado todo el concierto entre bambalinas y que acudió este año a Sonorama sólo para ese momento. María Rozalén terminó de enloquecer al personal prestando su voz Al olvido. 

Magia con traje, momentos irrepetibles, composiciones inolvidables y comunión con el público resumen este concierto único.