Los labios rojos y perfectamente perfilados de Paula destacan aún más la sonrisa que se la dibuja en su cara al contemplar tanta exquisitez junta. A sus 92 años goza de buena salud y puede permitirse en estas fechas darse un capricho a base de dulces. Llega acompañada por su hija al Monasterio de San Pedro de Cardeña y con la ayuda de un andador que también utiliza como carrito de la compra visita cada uno de los puestos. Es la primera vez que se traslada a otro pueblo para completar el menú navideño aunque la elección no resulta fácil. Tras un tiempo de indecisión se decanta por el bizcocho marroquí, que nada tiene que ver con Marruecos, pero su receta del siglo XVII y su cuidada elaboración hace de este producto el más especial de todos.
El mercadillo navideño de dulces abrió el viernes sus puertas y hasta el día 22 los más golosos -y los no tanto porque hay una amplia oferta para todos los paladares- tendrán la posibilidad de catar y adquirir una gama de productos fabricados de manera tradicional en 22 conventos y monasterios de distintas órdenes del país (cistercienses, jerónimas, clarisas, carmelitas descalzas y de la antigua observancia, concepcionistas y merdecarias) con el fin de sobrevivir el resto del año con lo recaudado en las ventas.
Una veintena de voluntarios de distinta procedencia atienden desinteresadamente al público y preparan con gusto y mimo los pedidos y los sencillos expositores. Maribel, de Cuba, desconocía la iniciativa, y no precisamente por ser nueva en la provincia... «llevo 28 años en Burgos muy feliz», comenta mientras sostiene con dificultad varios envases de bombones, polvorones y galletas. Se enteró de la inauguración del mercado a través de las redes sociales y solo ha tardado un día en coger el coche y hacer la visita.
Al igual que ella, Javier y Marta, un matrimonio de la ciudad que aprovecha el fin de semana para hacerse alguna escapada. Esta vez ha tocado plan en Castrillo del Val, un lugar cercano de casa con un encanto especial. Ellos sí habían oído hablar de la labor tan importante que realizan desde 2021 Cecilia Cózar, de la Fundación de Clausura, y un equipo cuyo objetivo es ayudar a las comunidades religiosas dedicadas a endulzar la vida a las familias.
Por tercer año consecutivo, una de las salas laterales del cenobio -situada al lado de la tienda- acoge el mercadillo improvisado que a partir del día 19 -y hasta el 22- también abrirá en la Iglesia Anunciación de la Santísima Virgen, en Burgos. «Sabemos que hay muchas personas, sobre todo las de mayor edad, que tienen complicado llegar hasta aquí, así que en unos días ampliaremos el punto de venta», explica la voluntaria. Allí también encontrarán los exitosos alfajores, una de las elaboraciones más antigua que se remonta a la Edad Media, veinte clases de turrones (duro, blando, de yema, ron, trufa, pistacho, café...) mazapán, polvorones, rosquillas, pastas, mermeladas, conservas, chocolates, yemas e incluso pequeños artículos de decoración navideña y regalos, como unas llamativas pulseras de abalorios creadas en África.
Carmen repite experiencia y asegura que esta cita en el Monasterio de San Pedro de Cardeña es imprescindible para «hacer alguna 'comprilla' , y de paso colaborar en una buena causa». Los voluntarios compaginan sus trabajos con la función de vendedores con idea de facilitar las ventas a las comunidades religiosas, pero también de «acercar un patrimonio gastronómico, rico en elaboraciones y recetas conservadas durante siglos», declara otra de las organizadoras.
Lo más moderno también tiene cabida y las recetas con forma de pino, estrella o muñeco de colores vistosos tampoco faltan. A los más pequeños de la casa seguro que les hace gracia. ¡Feliz Navidad!