No me gustan los clásicos. Y menos en los bares. La gente se pone demasiado nerviosa. Y lo demuestra. Recuerdo algunos (muchos, demasiados) Barça-Madrid de la adolescencia que siempre acababan en discusión. Daba igual quien ganara o perdiera, el mal rato me lo llevaba. Yo del Barça, mis amigos, la mayoría, del Madrid. Demasiada efusividad, demasiada competitividad, demasiada rivalidad.
Soy culé y van a alucinar pero me gusta que el Madrid gane al Bayern, al Liverpool o al Chelsea. Barro para casa y si no es para la mía, que sea para la más cercana.
No concibo las rivalidades extremas, para mí insanas, y no entiendo que la Comisión Antiviolencia haya tenido que declarar de alto riesgo el partido de este domingo entre el Burgos CF y el CD Mirandés.
No me gustan los derbis. Y menos los de casa. Soy del Burgos, mucho más que del Barça o de España, porque barro para casa, y van a alucinar pero me gusta que el Mirandés gane al Ibiza, a la Ponferradina o al Cartagena. Me gusta el fútbol y odio escuchar insultos en los estadios. Y más en El Plantío.
Burgos y Mirandés vienen de perder sus últimos encuentros y ambos quieren, por encima de todo, como es lógico, ganar este partido. Será el primer derbi provincial que se dispute en Segunda División. Será un día histórico para el fútbol burgalés. Una fiesta que requerirá una seguridad reforzada antes, durante y después del encuentro para que el choque discurra, en todo momento, con rivalidad, sí, pero también con deportividad.
Que dos equipos de la provincia compitan en Segunda División es algo para celebrar. Hacerlo juntos, mucho más. Disfruten de la fiesta, sé que muchos lo harán, y que gane quien tenga que ganar.